Ecología empresarial: compensar es hacer trampas- primera parte

Detrás de este título ligeramente provocador se esconde una triste realidad: demasiadas empresas se contentan con pensar su política ecológica en términos de compensación. Y esto es muy perjudicial para la verdadera transición ecológica.

En los últimos años, las empresas se han visto sometidas a una presión cada vez mayor para que adopten una estrategia de transición ecológica

Se pide a las organizaciones privadas que tengan en cuenta la crisis ecológica mundial, el calentamiento global y la degradación de la biodiversidad, y que adapten sus actividades para apoyar un cambio de modelo.

Para lograrlo, hay multitud de palancas disponibles: reducción de impactos, transformación de los modelos de negocio, economía circular, sobriedad, etc. 

Pero una de estas palancas es especialmente popular: la compensación. La idea es sencilla: cuando una empresa causa daños al medio ambiente, puede compensarlos realizando una acción positiva equivalente. 

El ejemplo más clásico es la compensación del carbono: se emite CO2, pero para compensarlo se plantan árboles que lo absorben.

Este es el mecanismo que está ahora en el centro de muchas políticas medioambientales empresariales (y no sólo). Y es un verdadero problema, porque la compensación debería ser el último recurso. 

Ya es hora de que lo digamos: la compensación es la forma equivocada de abordar los problemas medioambientales, una estrategia contraproducente de hecho.

Transición ecológica: la compensación no compensa

En primer lugar, conviene recordar que el propio concepto de compensación ecológica es muy imperfecto. 

La idea de compensación es defendida por quienes tienen una visión contable de la realidad de los ecosistemas. 

En esta lógica, un más valdría un menos, como en un balance financiero. Pero la realidad medioambiental es mucho más compleja.

En realidad, un árbol plantado aquí o allá no compensa las emisiones de carbono generadas por el uso de combustibles fósiles, por ejemplo. 

Las escalas de tiempo no son las mismas, y el carbono absorbido no se absorbe al mismo ritmo que el carbono emitido. 

Desde un punto de vista ecológico, el daño causado por una acción humana nunca se compensa perfectamente con una acción positiva. 

¿Cómo se puede compensar la destrucción de un ecosistema, la pérdida de una especie viva, la contaminación y sus consecuencias sobre la salud?

En realidad, es prácticamente imposible. En términos científicos y fácticos, la compensación ecológica es siempre imperfecta y parcial. 

En resumen, decir que estamos compensando es un abuso del lenguaje, algo así como pretender “compensar” un daño moral o físico con una indemnización monetaria.

Compensación: útil pero lejos de ser milagrosa

A pesar de ello, la compensación tiene un papel que desempeñar en la transición ecológica. 

Por definición, la actividad humana transforma los ecosistemas y, para limitar las consecuencias negativas de estas transformaciones, en algún momento habrá que poner en marcha medidas de compensación. 

Desarrollar las zonas forestales, crear espacios vitales para la biodiversidad en las zonas urbanas, descontaminar el suelo y el agua, restaurar los ecosistemas y absorber el exceso de CO2, por ejemplo.

En la última parte del informe del IPCC sobre la mitigación del calentamiento global, la organización recuerda que para evitar un clima desbocado, y ante unas emisiones que no disminuyen desde hace décadas, la compensación de carbono (natural o artificial) deberá sin duda desarrollarse masivamente. 

Por imperfecta que sea, la compensación tendrá que ser parte integrante de la transición climática. Y lo mismo cabe decir de los demás grandes problemas ecológicos: la crisis de la biodiversidad, las distintas formas de contaminación y la destrucción de los ecosistemas. 

Dado que algunos daños ecológicos son inevitables, tendremos que repararlos, compensarlos, para preservar las condiciones de un ecosistema viable para la vida humana.

El problema es que la compensación se ha convertido en una parte demasiado importante de la estrategia medioambiental de muchos agentes socioeconómicos. Incluso se ha convertido en el reflejo básico de la acción medioambiental. Si emites CO2, lo compensas. Y milagrosamente, te conviertes en “neutro en carbono”, “verde” o “respetuoso con el clima”. Pero en realidad… no. De hecho, es la definición misma del lavado verde.

En la segunda parte de este artículo intentaremos reflexionar sobre el futuro. Pues habrá que “evitar“, “reducir“ y “compensar“, en ese orden. 

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