Restaurar los manglares, un deber ecológico

Importancia de los manglares en la lucha contra el cambio climático y la biodiversidad.

Los manglares son auténticas navajas suizas en la lucha contra el calentamiento global. Pero a pesar de los vastos proyectos de restauración de estos ecosistemas, la superficie cubierta por manglares sigue disminuyendo, en detrimento de la biodiversidad y de las poblaciones locales.

Los manglares. Estos paisajes en la frontera entre la tierra y el mar se reconocen por su rica y abundante biodiversidad y por los árboles de raíces entrelazadas que los componen y dan forma, los manglares. 

Esta combinación de bosque y marisma puede verse en las zonas tropicales de Asia, África y Sudamérica. Los territorios de ultramar también tienen sus propios manglares, con la excepción de Reunión.

Esenciales para la vida de las poblaciones locales, los manglares están amenazados por la actividad humana y el cambio climático.

 Esto supone una pérdida tanto para las poblaciones locales, que dependen en gran medida de estos entornos, como para el planeta en su conjunto. 

Al fin y al cabo, los manglares no son sólo una reserva de diversidad biológica, sino también un depósito de carbono y una zona de amortiguación que será vital ante futuros fenómenos climáticos extremos en las regiones tropicales.

Manglares contra el cambio climático

Además de ser la cuna de una rica biodiversidad, los manglares, como muchos ecosistemas costeros (praderas marinas, marismas y arrecifes de coral), son también fantásticos sumideros de carbono. 

Los manglares son grandes productores de biomasa, y la lenta descomposición de esta materia orgánica en aguas poco profundas permite a estos bosques secuestrar hasta 10 veces más carbono que otros bosques tropicales.

También serán muy beneficiosos en el futuro, cuando los fenómenos climáticos extremos (inundaciones, calor, tormentas, etc.) afecten aún más a las poblaciones costeras.

Los manglares actúan como zonas de amortiguación frente al riesgo de inundaciones, tsunamis y subida del nivel del mar.

Fijan el litoral, reduciendo la erosión costera y, al mismo tiempo, la fuerza de las olas y los vientos marinos. Los manglares también protegen otros entornos de la contaminación terrestre al absorber sustancias tóxicas y aportes excesivos de nutrientes (que pueden provocar eutrofización).

El papel de la actividad humana y el clima en la destrucción de los manglares

Calentamiento climático, cultivos y ganadería, deforestación, contaminación, sobrepesca, especies exóticas invasoras: cada año, la actividad humana destruye entre el 1 y el 2% de los manglares del mundo. 

En sólo 40 años, la cobertura de estas zonas marinas se ha reducido a la mitad, y la situación es tanto más alarmante cuanto que en el corazón de las mayores regiones de manglares del sudeste asiático, más del 80% de ellos han sido destruidos, según este artículo del Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente.

Antes de que el hombre dejara su huella indeleble, los manglares cubrían más de 30 millones de hectáreas. Hoy sólo quedan unos 14 millones.

Las poblaciones de las zonas tropicales son ya las primeras víctimas del cambio climático. En 2021, un estudio publicado en la revista científica Nature Geoscience advertía de los efectos mortales de la acción combinada del calentamiento global y la humedad sobre el cuerpo humano. 

Por ello, proteger los manglares existentes y restaurar las zonas más dañadas se está convirtiendo en una prioridad para las poblaciones locales. Estos proyectos de restauración representan un deber ético, un proyecto ecológico esencial y un beneficio económico.

El reto de la restauración de los manglares

Hay guías técnicas confeccionadas por expertos que describen dos enfoques para restaurar los manglares: la colonización natural (reforestación) y la plantación de manglares (forestación).

La primera consiste en recrear las condiciones favorables al desarrollo de los manglares, en particular mediante el restablecimiento de las condiciones hidrológicas y la reducción de la contaminación en las zonas afectadas. La segunda consiste en plantar árboles en nuevas zonas para que puedan formarse manglares.

Sin embargo, un reciente estudio publicado en Nature Communications subraya que, aunque la reforestación plantea ciertas complicaciones relacionadas con la propiedad de la tierra, este método sigue siendo más seguro y eficaz que la forestación.

La rehabilitación de manglares en mal estado puede almacenar hasta un 60% más de carbono por hectárea que la forestación, al tiempo que evita las tensiones que a veces pueden surgir cuando la tierra cambia de uso, por ejemplo cuando un campo se transforma en zona urbana.

Pero estos proyectos de restauración parecen seguir nadando contracorriente. Los proyectos de restauración se multiplican desde los años 70 y el ritmo de destrucción de los manglares parece disminuir, pero la destrucción de estos entornos sigue siendo un tema de gran actualidad.

Sin una protección eficaz de estos ecosistemas y una reducción de la huella humana, la metamorfosis forzada de los manglares bien podría conducir a la desaparición completa de estos paisajes de aquí a 2040, según las previsiones de los investigadores.

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