Sudamérica: destrucción verde en la selva amazónica

La mayoría de las causas de la deforestación identificadas en un análisis global realizado por la ONU en 1999 siguen existiendo: analicemos qué ocurrió desde entonces

Las causas de desforestación persisten pero ¿qué ocurrió desde el momento en el que pasó a ser un tema global y una preocupación mundial señalada por la ONU en 1999?

Lo cierto es que estas causas identificadas por Naciones Unidas siguen existiendo. No obstante, las “soluciones” propuestas desde entonces se han convertido en nuevas causas subyacentes de la deforestación. 

En este escenario, los proyectos que destruyen los bosques y los proyectos “verdes” dependen unos de otros para ser viables.

Durante décadas, América Latina y el Caribe han sufrido la mayor tasa de deforestación tropical del mundo, superior a la de África o Asia. Gran parte de la destrucción en América Latina se concentra en la región amazónica. 

En 2021, de los 10 países con mayor pérdida de bosques tropicales primarios del mundo, Brasil, Bolivia, Perú y Colombia ocupaban los puestos primero, tercero, quinto y sexto, respectivamente.

Para entender el proceso de deforestación, necesitamos comprender no sólo las causas más visibles, como la extracción de madera y el avance de la agroindustria y la minería, sino también las causas subyacentes. 

Éstas, a menudo ocultas, menos discutidas y mal comprendidas, están estrechamente vinculadas a diversas formas de opresión en el contexto del sistema capitalista-racista-patriarcal, así como al legado colonial de la región. 

También debemos comprender cómo los proyectos presentados recientemente como “soluciones” a la crisis climática se han convertido a su vez en nuevas causas subyacentes de la deforestación.

El primer y único análisis exhaustivo de estas causas realizado por las Naciones Unidas a escala mundial se llevó a cabo en 1999, con una importante participación de organizaciones de la sociedad civil de los principales países forestales. Si echamos la vista atrás y observamos las causas identificadas en 1999, lo más sorprendente es que la mayoría de ellas siguen estando de plena actualidad:

– Los grandes proyectos de “desarrollo” o infraestructuras, como presas, carreteras y proyectos mineros y de extracción de petróleo, se perpetúan gracias a las alianzas entre empresas y Estados;

– La agroindustria, posiblemente más destructiva hoy que en 1999, sigue avanzando como parte de un proceso más amplio que incluye la tala de árboles, los incendios forestales, la especulación y el acaparamiento de tierras;

– El comportamiento de las inversiones, la deuda, las políticas macroeconómicas, los flujos mundiales de materias primas y las relaciones comerciales siguen desempeñando un papel central en la deforestación en todo el mundo;

– Las leyes autorizan la concesión de tierras públicas, por ejemplo, a grandes empresas forestales, mineras o de plantación de árboles;

– Muchos proyectos de “conservación de la naturaleza” siguen dando lugar al acoso y despojo de las poblaciones forestales para establecer zonas protegidas oficiales;

– Los Estados, las multinacionales y las ONG conservacionistas (y a veces los tres) siguen utilizando métodos militarizados para centralizar el control de los bosques;

– Los derechos territoriales de los pueblos indígenas y las comunidades tradicionales siguen sin estar suficientemente reconocidos, y persiste la discriminación. 

En los últimos años, ha aumentado la criminalización de comunidades y pueblos; al mismo tiempo, se “despenalizan” las actividades destructivas y, en ocasiones, se fomentan abiertamente;

Los ataques a los medios de subsistencia y las luchas de los defensores de los bosques siguen debilitando la protección forestal.

Las mismas viejas causas de la deforestación

La deforestación es mayor en América Latina y el Caribe que en otras regiones, no sólo porque la Amazonia es la mayor selva tropical del mundo, sino también por la velocidad de crecimiento y la escala de la agroindustria, la minería, la extracción de combustibles fósiles y las actividades de infraestructura.

Por ejemplo, a raíz de la crisis económica en Venezuela, se ha impuesto el extractivismo depredador, basado no tanto en el petróleo como en otras formas de minería. 

El mayor proyecto, financiado por capital privado internacional, es el Arco Minero del Orinoco; abarca el 12% de la superficie total del país, parte de la cual se encuentra en la región amazónica de Venezuela. 

En 2016, el gobierno creó una zona económica especial, un área geográfica con leyes especiales que, entre otras cuestiones, relajan significativamente las normas medioambientales y el reconocimiento de los derechos sociales.

Al mismo tiempo, el gobierno celebró acuerdos con las empresas participantes, cuyos detalles no se han hecho públicos. También se han otorgado poderes especiales al ejército para reprimir la resistencia y garantizar la continuidad de la explotación minera. 

Los proyectos de infraestructuras, construidos con el pretexto de promover el “desarrollo” y la “integración” en Sudamérica, ofrecen otro ejemplo. 

Sin embargo, estas autopistas, ferrocarriles, vías navegables, puertos, aeropuertos y presas hidroeléctricas sirven principalmente para exportar un volumen creciente de materias primas y productos de las actividades extractivas. 

No satisfacen las necesidades de las poblaciones locales y a menudo sólo dejan tras de sí impactos devastadores.

El principal plan para Sudamérica es la Iniciativa para la Integración de la Infraestructura en la Región Sudamericana, o IIRSA. 

El plan IIRSA, lanzado en 2000 por 12 gobiernos sudamericanos, preveía más de 500 proyectos. Las inversiones en infraestructuras se han convertido progresivamente en la forma más reciente de expansión del capital financiero, y representan un enorme potencial de beneficios. 

Estas iniciativas se llevan a cabo principalmente a través de asociaciones público-privadas, que benefician al sector privado y dejan que los gobiernos nacionales asuman los riesgos. Hoy se habla de proyectos de “infraestructuras extremas”. 

Se trata de mega corredores que unen, a una escala y velocidad cada vez mayores, lugares donde la extracción es barata con centros de fabricación y consumo. 

Ejemplos de megaproyectos de corredores son la construcción de un tramo de la “Carretera Interoceánica” entre la ciudad de Cruzeiro do Sul, en Brasil, y Pucallpa, en Perú, que uniría el noroeste de Brasil con el suroeste de Perú. 

Este proyecto de construcción se inició hace más de 20 años. Las poblaciones indígenas de ambos países se opusieron al proyecto en una carta abierta, denunciando que “la construcción de la autopista forma parte de un modelo de desarrollo depredador que incluye la explotación minera, forestal, petrolera y de gas. 

En esta región, que cuenta con la mayor cuenca de agua dulce del mundo, existen tierras indígenas que no han sido demarcadas, así como pueblos en aislamiento voluntario, cuyos derechos siguen siendo ignorados y pisoteados.” 

A los ya perjudiciales impactos de las autopistas se suman los proyectos ferroviarios en la Amazonia brasileña. La línea ferroviaria “Ferrogrão”, por ejemplo, que unirá el norte del estado de Mato Grosso con el puerto de Miritituba, en el río Tapajós, en el estado de Pará, atravesará Unidades de Conservación y tierras indígenas. 

Este proyecto agrava aún más los impactos de la autopista BR-163, que entra en la Amazonia desde la región centro-oeste, la mayor región cerealista del país. Históricamente, los proyectos de este tipo han sido los principales impulsores del aumento de la deforestación, causando efectos devastadores para las poblaciones forestales.

El “reverdecimiento” de la destrucción: nuevas causas subyacentes de la deforestación

El hecho de que las causas subyacentes de la deforestación identificadas en 1999 sigan presentes no significa que nada haya cambiado. 

La mayoría de las “soluciones” a la deforestación propuestas desde entonces por gobiernos, bancos, grandes ONG conservacionistas y otros se han convertido en nuevas causas subyacentes de la deforestación.

En el próximo artículo, seguiremos reflexionando sobre este fenómeno. 

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