La vital importancia de los humedales en Chile para la biodiversidad

Greenpeace Chile y tantas otras organizaciones ambientalistas alrededor de mundo, sostienen que los humedales desempeñan un papel crucial en la preservación de la biodiversidad y en el equilibrio climático. Según datos del Programa de Naciones Unidas para el Medio Ambiente (PNUMA), estos ecosistemas abarcan más de 1200 millones de hectáreas a nivel mundial, una extensión mayor que la de Canadá, el segundo país más grande del planeta. Estos ambientes naturales incluyen pantanos, turberas y marismas, y no solo brindan refugio a innumerables especies, sino que también cumplen funciones clave como la filtración de contaminantes y la captura de carbono, lo que los convierte en aliados en la lucha contra el cambio climático.

A pesar de su importancia, el planeta ha perdido cerca del 85 % de sus humedales entre los años 1700 y 2000, principalmente debido a su transformación en áreas urbanas y agrícolas. Chile no ha sido ajeno a esta realidad: su geografía, caracterizada por una franja de tierra limitada entre el océano Pacífico y el desierto de Atacama, ha visto una drástica reducción de estos ecosistemas a medida que la población ha crecido y se han expandido las ciudades.

Un ecosistema vital para la biodiversidad y la economía

La mayoría de los chilenos, aproximadamente el 85 % de la población, habita en la estrecha franja costera del país. La urbanización acelerada ha generado fragmentación y degradación de los humedales, con efectos nocivos como la contaminación de cuerpos de agua por desechos agrícolas y la proliferación de algas tóxicas. Asimismo, la deforestación ha reducido la cobertura vegetal, acelerando la erosión y la desertificación, mientras que la afluencia de turistas ha alterado las dinámicas de muchas especies locales, especialmente aquellas que dependen de estos hábitats para su reproducción y alimentación.

No obstante, el factor que representa el mayor desafío para la conservación de los humedales es el cambio climático. La disminución de las precipitaciones y las alteraciones en los patrones climáticos han agravado la situación, afectando el equilibrio hídrico de estos ecosistemas. La laguna Cahuil, situada en las proximidades de Pichilemu, es un caso emblemático de estos problemas. Este cuerpo de agua, que solía mantener una conexión estacional con el océano, comenzó a perder su salinidad debido a la escasez de lluvias, lo que llevó a la desaparición de especies locales y a la proliferación de algas perjudiciales.

Estrategia de recuperación ambiental

Con el apoyo del PNUMA y financiamiento del Gobierno de Chile y el Fondo para el Medio Ambiente Mundial, se puso en marcha un plan de recuperación para la laguna Cahuil. Ingenieros y autoridades locales diseñaron una estrategia para restaurar el equilibrio del ecosistema, según explica Luis Araya, coordinador del proyecto. En junio de 2023, durante un periodo de lluvias intensas, se llevó a cabo la apertura de un canal en el banco de arena que separaba la laguna del mar, permitiendo el ingreso de agua salina y la recuperación de la dinámica natural del humedal.

Este esfuerzo permitió que los niveles de salinidad se estabilizaran, lo que a su vez detuvo el crecimiento descontrolado de algas y revitalizó la fauna local. Los habitantes de la zona han notado mejoras en la pesca y el turismo, sectores económicos que dependen directamente de la salud de este ecosistema.

Conservación y desarrollo: un equilibrio necesario

El proyecto de restauración de la laguna Cahuil ha puesto en evidencia que la conservación de los humedales debe ir de la mano con el desarrollo económico. Robert Erath, jefe de proyectos del PNUMA, sostiene que en países en desarrollo como Chile, las comunidades dependen de los recursos naturales para su sustento. Por ello, la clave para la protección de ecosistemas frágiles radica en encontrar un punto medio entre el aprovechamiento sostenible y la preservación del entorno.

En este sentido, las acciones no se limitaron a la restauración hídrica. Se implementaron medidas para reducir el impacto del turismo, como la instalación de miradores para el avistamiento de aves y el cercado de áreas de anidación. Además, se estableció un protocolo de conservación en colaboración con las autoridades locales. Estas iniciativas han fomentado una recuperación visible en la fauna del área, incluyendo la reaparición del pilpilén, un ave en peligro de extinción, según destaca Lucía Zapata, activista ambiental de Pichilemu Animal.

Una legislación que refuerza la protección de los humedales

Para garantizar la permanencia de estos esfuerzos, se ha impulsado una legislación enfocada en la conservación de humedales en zonas urbanas. Más de 100 humedales han sido incorporados a este marco de protección, y la laguna Cahuil se encuentra en proceso de ser designada como área protegida, un trámite que se espera completar en 2025.

Maisa Rojas Corradi, ministra del Medio Ambiente de Chile, ha resaltado la relevancia de este tipo de regulaciones dentro de una estrategia gubernamental más amplia para la restauración de ecosistemas vulnerables. Según la ministra, el éxito en la gestión de estos espacios depende de un modelo de gobernanza eficaz, basado en la cooperación entre el Estado y las comunidades locales. La experiencia obtenida en proyectos como este puede servir como referencia para la recuperación de otros ecosistemas afectados por la degradación ambiental.

Desde su implementación en 2023, esta iniciativa ha beneficiado a 60 municipios y 15 regiones, contribuyendo a la recuperación de más de 11 mil hectáreas de humedales. Además, el proyecto está alineado con el Marco Mundial de Biodiversidad de Kunming-Montreal, un acuerdo internacional firmado en 2022 con el objetivo de frenar la pérdida de biodiversidad y restaurar hábitats naturales esenciales. Este compromiso refuerza la importancia de garantizar que la conservación de los humedales siga siendo una prioridad global. 

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