La invasión de castores amenaza los bosques de Chile y Argentina

Los bosques del sur de Chile y Argentina luchan por sobrevivir a un enemigo para el que no estaban preparados. A mediados de 1940, en un intento por impulsar la industria peletera en la Argentina, el Ministerio de Marina introdujo una especie exótica en Tierra del Fuego: el castor canadiense. Pero los responsables de esta decisión jamás previeron las terribles consecuencias que este animal podría generar en la biodiversidad de la región. 

A lo largo de los últimos 60 años, el castor llevó a cabo una colonización descontrolada que trascendió las fronteras del país trasandino y compromete seriamente los ecosistemas fueguinos a ambos lados de la Cordillera de los Andes. Estos impactos han llevado a sus respectivos gobiernos a diseñar acciones para controlar su expansión y mitigar las secuelas ambientales. 

El castor canadiense: el colonizador de los bosques chilenos

Cuando en 1946, las autoridades argentinas llegaron a la Isla Grande de Tierra del Fuego con varios individuos del castor canadiense, les sorprendió su gran capacidad de adaptación a los ecosistemas australes. Lo que no comprendieron, es que esta facilidad tenía ver con la falta de depredadores naturales, algo totalmente distinto a lo que sucedía con los lobos y osos en su Canadá natal. 

Esta falta de límites, así como la abundancia de recursos llevaron al castor a multiplicarse y colonizar fácilmente no solo Tierra del Fuego, sino también el resto de las pequeñas islas y territorios cercanos gracias a su capacidad de nado. Se calcula que hoy existen alrededor de 150 mil individuos que no paran de atentar contra los bosques de todo el sur de Argentina y Chile. 

¿Cómo llegó el castor canadiense a suelo chileno? 

De acuerdo con Alejandro Valenzuela, bioecólogo especializado en manejo de especies invasoras, las islas suelen ser menos resistentes a la llegada inesperada de una amenaza ambiental (por ejemplo, a la explosión de un volcán). Al tratarse de un terreno delimitado, suele favorecer el éxito de nuevas especies introducidas de manera artificial. 

Cristóbal Arredondo, coordinador del programa Conservación Terrestre en Wildlife Conservation Society (WCS) en Chile, explica que ante la falta de depredadores naturales y la inexistencia de una barrera física entre Argentina y Chile en el sur de Tierra del Fuego, los castores lograron llegar a territorio chileno casi sin oposición, nadando a través de las múltiples cuencas hídricas compartidas entre ambos países. 

¿Cuáles son las consecuencias ambientales y económicas de la invasión de castores?

Se calcula que los daños a los bosques del sur de Argentina y Chile producida por los castores canadienses generan pérdidas de más de 100 millones de dólares anuales. La voracidad de estos animales arrasa con la flora local, afectando gravemente ecosistemas como acuíferos y turberas, cruciales para la retención de dióxido de carbono.

Pero además de una reducción drástica de la vegetación ribereña, la construcción de diques por parte de los castores altera el flujo natural del agua produciendo cambios perjudiciales en los hábitats acuáticos. Además, su accionar altera los suelos propiciando el crecimiento de plantas exóticas. Se estima que actualmente, cerca de un 4% de la superficie de bosque nativo del sur de Chile (aproximadamente 30 mil hectáreas) se encuentra afectada por estos fenómenos. Mientras que un 95% de las cuencas de la región se encuentran colonizadas por esta especie invasora.

La cooperación binacional para salvar los bosques nativos

Ante la expansión descontrolada del castor, Argentina y Chile han decidido abordar el problema con acciones conjuntas. Para eso han firmado diversos convenios de cooperación que no solo buscan controlar la especie en Tierra del Fuego, sino también prevenir su llegada a la Patagonia continental. 

Solo a través de esta clase de estrategias a largo plazo, y mediante la colaboración de organizaciones ambientalistas como Greenpeace o la Wildlife Conservation Society, será posible contener el avance de la especie y proteger la biodiversidad de la región. Sin embargo, este desafío ambiental debería servir de lección para prevenir futuras introducciones irresponsables de especies exóticas en todo el mundo en pos del desarrollo económico. 

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