El Gran Abuelo de Chile: la lucha por salvar uno de los árboles más antiguos del planeta

Vista desde la base de un árbol milenario hacia el dosel del bosque en el Parque Nacional Alerce Costero, Chile, con un cielo despejado al fondo.

En el corazón del Parque Nacional Alerce Costero, en la Región de Los Ríos, un grupo de científicos y defensores del medioambiente logró frenar una obra de infraestructura que amenazaba con alterar de forma irreversible un ecosistema único en el mundo. El proyecto consistía en construir una carretera que atravesaría este parque nacional chileno, poniendo en riesgo árboles milenarios, entre ellos el “Gran Abuelo”, un alerce de más de cinco mil años de antigüedad considerado uno de los seres vivos más longevos del planeta.

Además de generar varias denuncias por parte de las organizaciones ambientalistas, como Greenpeace Chile, la situación captó la atención de la comunidad científica internacional luego de la publicación de una carta en la revista Science, donde se advertía sobre los peligros del proyecto. La movilización impulsada por esta iniciativa alcanzó un impacto global, logrando que las autoridades suspendieran, al menos temporalmente, los trabajos viales. La historia de este árbol y de quienes lo protegen se convirtió en un símbolo de resistencia ambiental.

Un gigante milenario se convierte en emblema de conservación

El “Gran Abuelo”, un imponente ejemplar de alerce patagónico, se alza en los bosques lluviosos del sur de Chile como testigo de más de cinco milenios de historia natural. Este árbol, que creció en silencio durante siglos, se transformó en ícono de una cruzada ambiental cuando una carretera amenazó con alterar su hábitat. La obra vial pretendía atravesar parte del Parque Nacional Alerce Costero, hogar de esta y otras especies nativas de gran valor ecológico.

Un informe del medio alemán DW relató que el “Gran Abuelo” representa más que un árbol: es símbolo de una causa ambiental que logró impedir, al menos por el momento, una intervención potencialmente devastadora en uno de los últimos bosques templados primarios del planeta. Su caso no solo sensibilizó a científicos y activistas locales, sino que también generó repercusión a escala internacional.

Una herencia familiar guiada por la ciencia y el afecto

Este árbol fue hallado en 1972 por un guardaparques del área protegida. Décadas más tarde, su nieto, el científico Jonathan Barichivich, continúa la labor de cuidado y estudio, acompañado por la especialista Rocío Urrutia, quien se dedica al análisis de los anillos de crecimiento de los árboles para entender los cambios climáticos del pasado. Juntos, lideran un equipo que ha concentrado sus esfuerzos en valorar científicamente la biodiversidad de los bosques lluviosos del sur chileno.

La investigación de estos científicos permite extraer información climática contenida en los anillos del alerce, lo que convierte a esta especie en una fuente precisa para reconstruir las condiciones ambientales de épocas remotas. Según Urrutia, quien cursó su doctorado en la Universidad de Oxford, a través de estos árboles han podido estimar la temperatura máxima de los últimos 5.680 años en esa región del mundo.

Una carretera innecesaria que desató la alarma científica

La controversia se desató cuando el gobierno chileno decidió retomar antiguos planes de pavimentar una vía que cruza el parque, utilizando una ruta forestal que había sido clausurada en los años ochenta. Las autoridades argumentaban que el trazado facilitaría la conectividad entre localidades pequeñas y serviría como vía alternativa en situaciones de emergencia.

No obstante, estudios técnicos revelaron que la carretera aportaría un ahorro mínimo de siete kilómetros respecto a los caminos actuales, mientras que aumentaría significativamente el riesgo de incendios forestales. En la región, más del 90 % de los focos ígneos se registran cerca de zonas accesibles por caminos. La apertura de esta vía podría también favorecer la explotación forestal en una zona que aún conserva características de bosque virgen.

La voz de los científicos logró detener el avance de las máquinas

Frente al peligro inminente, Barichivich y su equipo decidieron dar un paso decisivo. Redactaron una carta abierta que fue respaldada por investigadores de distintos países y publicada en la revista Science, una de las más prestigiosas del ámbito científico. El documento alertaba sobre la posible pérdida irreversible de biodiversidad y destacaba la importancia global del ecosistema del alerce costero.

La repercusión del mensaje fue inmediata. La comunidad internacional se hizo eco de la denuncia y se generó una presión suficiente para que el proyecto vial fuera suspendido. Si bien la medida es temporal, representa una victoria significativa para quienes defienden la integridad del parque. El episodio también marcó un precedente sobre el valor del conocimiento científico como herramienta para la protección ambiental.

Árboles milenarios y la defensa activa del planeta

Las tareas de investigación en la zona continúan con la misma intensidad. El equipo de Barichivich ha instalado una torre de monitoreo dentro del parque, desde donde registran en tiempo real la cantidad de carbono que el bosque captura. Estos datos son fundamentales para comprender cómo contribuyen estos ecosistemas al control del cambio climático. En paralelo, Nancy, madre del investigador, recorre cada semana los senderos del parque recolectando muestras que ayudan a construir un mapa detallado del almacenamiento de carbono en los alerces.

Barichivich ha explicado que el trabajo de su familia en la conservación del bosque no solo representa un compromiso intergeneracional, sino también un acto de amor hacia el planeta. Mientras tanto, tanto la comunidad científica como los activistas medioambientales siguen atentos ante la posibilidad de que se intente reactivar el proyecto vial, conscientes de que el riesgo para este entorno excepcional aún no ha sido completamente superado.

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