Reforestación: compromisos internacionales poco realistas

Bosque deforestado con un pequeño árbol solitario.

Según un estudio reciente, los compromisos de reforestación de los gobiernos en el marco de los Acuerdos de París son poco realistas. Se dice que las estrategias climáticas dependen demasiado de la reforestación, y hay escasez de tierras en las que plantar estos árboles.

Para combatir el calentamiento global, muchos actores apuestan por la reforestación. El objetivo es plantar árboles para absorber CO2 y limitar la concentración de gases de efecto invernadero en la atmósfera.

En los Acuerdos de París, que pretenden coordinar la acción internacional sobre el clima, la reforestación ocupa un lugar central y es uno de los ejes principales de los planes de acción de muchos gobiernos. 

¿Hasta el punto de desempeñar un papel demasiado importante en los proyectos climáticos? Al menos, eso es lo que sugiere un estudio reciente, el Land Gap Report, que demuestra que no tendremos suficiente espacio en la Tierra para plantar tantos árboles.

Reforestación: se necesitan 1.200 millones de hectáreas

El estudio, realizado por investigadores de la Universidad de Melbourne, pretendía evaluar la cantidad de tierra necesaria para cumplir los compromisos internacionales sobre secuestro de carbono. 

La captación de carbono, sobre todo mediante la reforestación, requiere espacio. Tanto si se trata de restaurar zonas degradadas (por ejemplo, replantar árboles destruidos en el Amazonas) como de plantar otros nuevos, la reforestación y el secuestro natural de carbono implican utilizar y transformar zonas naturales. 

La cuestión es, por tanto, saber cuánta tierra se necesitaría para alcanzar los objetivos y dónde se localizaría esa tierra.

Para ello, los investigadores analizaron las Contribuciones Determinadas a Nivel Nacional (NDC, por sus siglas en inglés), es decir, los compromisos adquiridos por los Estados en el marco del Acuerdo de París, y determinaron a partir de ellos los compromisos adquiridos en materia de reforestación: plantación de árboles, plantación con fines energéticos (BECCS, Bioenergía con Captura y Almacenamiento de Dióxido de Carbono), etc. 

A partir de estos datos, pudieron estimar que sería necesario utilizar alrededor de 1.200 millones de hectáreas de zonas naturales para que los países firmantes de los Acuerdos de París cumplieran sus compromisos de plantar árboles para almacenar carbono.

Reforestación y poco espacio

Tal superficie representa algo más que la superficie de China o Estados Unidos (el 3º y 4º países más grandes del planeta), o casi el 10% de la superficie de la masa terrestre, excluidas las zonas heladas.

En cerca de la mitad de estas superficies (633 millones de hectáreas), habría que modificar la naturaleza de los ecosistemas: habría que plantar bosques en zonas de praderas naturales, desiertos, sabanas, etcétera. El resto consistiría esencialmente en rehabilitar ecosistemas degradados.

Entonces, ¿es realista plantar o restaurar más de 1.200 millones de hectáreas de bosque? 

En realidad no, según los investigadores. En primer lugar, porque no disponemos de una cantidad ilimitada de tierra en el planeta.

El 70% de la superficie terrestre ya ha sido transformada por las sociedades humanas para satisfacer sus necesidades: el 22% para bosques cultivados, el 21% para pastos, el 16% para sabanas y frutales, el 12% para cultivos agrícolas y el 1% para infraestructuras. Menos del 30% de la tierra es “virgen”: bosques primarios, o al menos bosques salvajes, poco utilizados por la humanidad, zonas rocosas o zonas áridas.

Obviamente, el uso de estas zonas cambiará a lo largo del próximo siglo. Es probable que disminuyan las superficies dedicadas a la ganadería, sobre todo si conseguimos reducir nuestro consumo de productos animales.

Pero es probable que nuestras sociedades necesiten más espacio para la agricultura, no sólo para alimentar a poblaciones crecientes, sino también para producir la bioenergía (biogás, biocarburantes) que sustituirá progresivamente a los combustibles fósiles, o para materiales de construcción o fabricación.

Así pues, existe un riesgo real de quedarse sin espacio para plantar estos famosos árboles.

Reforestación: conflictos de uso

Las cifras son contundentes: en la actualidad, ya estamos utilizando 1.500 millones de hectáreas de tierras naturales para la agricultura, y ya hemos superado el límite planetario de mantenimiento de espacios naturales.

En otras palabras, ya hemos transformado demasiadas tierras salvajes, lo que constituye una de las principales causas de la desaparición de la biodiversidad y la degradación de los ecosistemas. 

También estamos utilizando casi 2.500 millones de hectáreas de bosques, tanto plantados como naturales. Habría que plantar otros 650 millones de hectáreas de bosque para cumplir nuestros compromisos de reforestación.

Imposible sin crear conflictos de uso. En las zonas donde se plantarán estos árboles, probablemente habrá que elegir: ¿zonas agrícolas o proyectos de reforestación? ¿zonas silvestres o árboles plantados para cumplir nuestros objetivos climáticos? ¿Zonas de vida para los pueblos indígenas o zonas de compensación de carbono?

Estos conflictos de uso serán tanto mayores cuanto mayor sea nuestra necesidad de espacio, sobre todo si seguimos diseñando nuestros sistemas económicos en torno al crecimiento.

Dependencia irrealista de la reforestación

Los investigadores concluyen que los compromisos asumidos por los gobiernos para combatir el calentamiento global dependen demasiado de la reforestación.

Hay que decir que la reforestación es una herramienta muy útil para los gobiernos que quieren establecer objetivos climáticos ambiciosos sin reducir realmente sus emisiones en origen. 

A través de la magia de la compensación de carbono, podemos llegar a ser neutros en carbono sin ninguna reducción global, simplemente plantando árboles.

Pero esta dependencia de la reforestación es poco realista, y simplemente externaliza la carga de la lucha contra el calentamiento global.

Porque aunque consiguiéramos plantar todos esos árboles, sería a costa de la estabilidad de los ecosistemas y del consumo excesivo de los espacios naturales, sobre todo en los países del Sur.

De hecho, muchos países industrializados pretenden alcanzar la neutralidad de carbono plantando árboles en los países en desarrollo: una forma práctica de evitar tener que sufrir las consecuencias relacionadas con la tierra de su estrategia climática en casa, evitando al mismo tiempo tener que reducir sus propias emisiones.

La otra cuestión es que el calendario de reforestación no coincide con el del clima. Plantar árboles permite reducir las emisiones poco a poco, lentamente, a lo largo de varios años, mientras que necesitamos una reducción inmediata de las emisiones para evitar un calentamiento excesivo. Confiar en la reforestación sólo retrasa la necesaria reducción de nuestras emisiones en origen.

En conjunto, pues, este informe está en consonancia con la creciente literatura científica de los últimos años, que pide que la plantación de árboles y la reforestación no se consideren una solución al calentamiento global.

Confiar en la reforestación sólo retrasa la necesaria reducción de nuestras emisiones en origen

En el mejor de los casos, estas estrategias pueden ayudar a compensar las emisiones residuales que no podremos reducir mediante estrategias de transición bajas en carbono, pero en ningún caso pueden constituir la base de nuestras estrategias climáticas, como sigue ocurriendo con demasiada frecuencia en la actualidad.

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