Problemática ecológica en la Cordillera de Los Andes

El sureste de la provincia ecuatoriana de Cotopaxi, limítrofe con la provincia de Napo, alberga tierras de cultivo extremadamente ricas. Pequeñas manchas de verde y ámbar se extienden por las colinas, barrancos y montañas de la región, un auténtico pedacito de paraíso sudamericano. Pero cuando se mira más de cerca, uno se da cuenta de que las poblaciones indígenas se enfrentan a un problema endémico de abastecimiento de agua que está limitando drásticamente la biodiversidad

Un valle entero devastado por los eucaliptos 

Al igual que en su momento lo hicieron los expertos en Argentina y por la misma situación, ahora el Ministerio ecuatoriano de Agricultura y la Secretaría del Agua han realizado conjuntamente una investigación para intentar comprender las causas de esta escasez de agua. 

Los resultados de esta investigación son sorprendentes: los culpables resultan ser plantaciones de árboles que cubren cientos de hectáreas en toda la cuenca del Nagsiche (el río que atraviesa el cantón de Salcedo).

Mapa turístico de la provincia de Cotopaxi. Estas plantaciones, compuestas por especies exóticas como el eucalipto y el pino, están secando el suelo a un ritmo alarmante. 

Cada árbol puede consumir entre 20 y 40 litros de agua al día. La desecación general del suelo tiene un efecto tan perjudicial en toda la zona que repercute directamente en la rotación y diversificación de los cultivos.

María Beatriz lleva 50 años cultivando la misma pequeña parcela en el distrito de Cusubamba, cantón de Salcedo: Esta tierra siempre nos ha dado excelentes cosechas, habas, guisantes, altramuces andinos, lentejas, garbanzos, semillas de quinoa…, declara.

Hoy, su casa está rodeada de eucaliptos silvestres de hasta 12 metros de altura.

A la pregunta “¿Qué cultivas ahora? María Beatriz responde “patatas, un poco de maíz”. 

Cultivar estas especies en suelos secos tiene repercusiones en términos de costes para los agricultores y para el medio ambiente, ya que ahora están obligados a utilizar pesticidas. Antes no era necesario, dice María Beatriz.

La industria maderera en la raíz del problema

La economía rural de la provincia de Cotopaxi solía prosperar gracias a la producción de flores y brócoli, pero en la década de 1990 la industria maderera empezó a contratar a agricultores indígenas para cultivar distintos tipos de árboles exóticos, entre ellos eucaliptos. 

Hoy en día, la tala de árboles en los Andes es un negocio que aporta el 45% de los 200 millones de dólares que genera anualmente la exportación de madera y productos derivados. T

roncos de madera tropical cargados en un carguero con destino a EE.UU. Esta producción se envía principalmente a EE.UU., donde los aceites esenciales de los árboles se utilizan en la industria cosmética y farmacéutica, pero también a Japón, donde desempeña un papel importante en la industria papelera.

Según la Secretaría del Agua ecuatoriana, en 15 años el río Nagsiche ha perdido casi el 40% de su caudal inicial. 

El hecho de que la situación haya degenerado hasta tal punto se explica en parte porque el gobierno de la época prestaba poca atención a la forma en que los agricultores de la región gestionaban sus parcelas de eucalipto. 

Aunque este árbol es originario de Australia, crece rápidamente en los Andes y sus raíces tienen un gran impacto en las reservas de agua. No menos de 18.000 ecuatorianos, en su mayoría indígenas, dependen del río Nagsiche para sobrevivir.

A pesar de esta situación, algunos de los agricultores vecinos de María Beatriz creen que el eucalipto es mucho más rentable económicamente que los cultivos alimentarios convencionales. 

La situación está entrando en un círculo vicioso, ya que estos cultivos, al carecer de agua, ya no producen lo suficiente para garantizar la supervivencia de los agricultores.

Una reserva natural improvisada

Es una auténtica plaga, dice Moisés, el hermano de María Beatriz, arrancando a mano un brote joven de eucalipto del suelo. 

Está de pie en la ladera de un empinado valle de 40 hectáreas que desciende hasta el río Nagsiche. Los pájaros revolotean y gorjean entre más de 80 especies diferentes de plantas resplandecientes, entre ellas gencianas, romerillo amarillo y arbustos multicolores de Yagual. Una flor de genciana tropical La salud del río aquí está directamente relacionada con la parcela de tierra descrita, protegida de los eucaliptos desde finales de los años noventa.

Ante la falta de intervención gubernamental para resolver los problemas asociados a la proliferación de eucaliptos, Moisés y 400 miembros de su comunidad unieron sus fuerzas para comprar estas 40 hectáreas y transformarlas en una reserva no oficial.

Este pedacito de paraíso cuenta con un ecosistema floreciente y variado, típico de la cordillera de los Andes. 

Sin embargo, al otro lado de la carretera hay un bosque salvaje de eucaliptos. El suelo está cubierto de polvo, todavía crecen algunas hierbas silvestres, pero no hay señales de vida animal. 

Moisés concluye que la salud de su parcela se debe a la ausencia de eucaliptos. 

Casualmente, el caudal del río de abajo aumenta por arte de magia. Una pequeña parte de esta agua sobrante puede recogerse en un embalse, financiado por la Agencia Española de Cooperación Internacional para el Desarrollo, para alejarla de las raíces de las plantaciones de eucaliptos silvestres que se extienden a lo largo de las orillas río abajo. 

Esta agua se pone entonces a disposición de la comunidad, un buen ejemplo de puesta en común inteligente de los recursos hídricos.

Los retos siguen y es importante encontrar un punto medio entre los sectores en puja para que la conservación del medio ambiente sea la brújula a seguir. 

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