Los científicos piden un replanteamiento de la investigación sobre incendios

Ante la recurrencia de los destructivos incendios forestales, consecuencia directa del calentamiento global, 87 investigadores de muy diversas disciplinas reclaman una reimaginación de la ciencia del fuego para adaptar mejor las poblaciones y responder adecuadamente a futuros incendios.

Megaincendios en California (EE.UU.) en 2018, en el Amazonas en 2019, en Grecia en 2021: muchos continentes han sido escenario de grandes incendios en los últimos años.

Incluso el cuidadoso y ambientalista Francia también sufrió una serie de incendios en el verano de 2022. 

Cerca de 270 incendios consumieron más de 60.000 hectáreas de terreno en la Francia continental. Eso supone más hectáreas envueltas en humo que en el periodo comprendido entre 2010 y 2018, según datos del Sistema Europeo de Información sobre Incendios Forestales (EFFIS). En un país que en particular cuida sus bosques, es una alarma que todos debemos detenernos a mirar. 

Incendios recurrentes

Esta recurrencia de episodios especialmente violentos tiene un coste medioambiental, social y económico considerable, a veces por la destrucción de infraestructuras humanas (viviendas, red eléctrica, industria) útiles para la actividad humana, pero sobre todo por la pérdida de valiosos ecosistemas forestales. 

El dióxido de carbono liberado por los incendios forestales (CO2) y el humo que producen también tienen un gran impacto en la biodiversidad y la salud humana.

Por eso, 87 científicos de disciplinas muy diversas (geografía, física, biología, ingeniería y ecología) han pedido que se replantee la investigación científica sobre el fuego en un estudio publicado en la revista PNAS Nexus.

Un peligro creciente para los bosques y por ende, para el planeta

Cualquier elemento capaz de producir una chispa, ya sea natural (rayos) o humano (cigarrillos, trenes, obras), puede provocar un incendio. 

Con la repetición de largos periodos de calor en todo el mundo, los ecosistemas se están secando. La vegetación muerta se convierte en un combustible eficaz y contribuye a la propagación del fuego, hasta el punto de que los incendios se vuelven incontrolables.

A medida que aumenta el calentamiento global, estas zonas propensas a los incendios se extienden gradualmente por la superficie de la Tierra. 

“Muchos científicos, gestores de incendios y agencias de gestión de incendios creen que las zonas naturales se enfrentan a condiciones meteorológicas cada vez más propensas a los incendios, temporadas de incendios más largas e incendios de mayor envergadura bajo la influencia del cambio climático”, según explica la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación (FAO) en su Evaluación de los Recursos Forestales Mundiales 2020.

Pero el fuego es un fenómeno complejo, tanto desde el punto de vista de la gestión sobre el terreno durante los grandes incendios como de la previsión a largo plazo. Las condiciones del suelo, la vegetación, el estrés hídrico, el viento, etc. son variables que hay que evaluar cuando se propaga un incendio. 

¿Qué ocurre después?

Aunque podemos ver a simple vista los daños causados por los incendios forestales en un ecosistema o en una infraestructura, los autores del estudio señalan que la ciencia “todavía no es capaz de evaluar con precisión las consecuencias a largo plazo de los incendios”. 

Todavía hay muchas áreas grises en la investigación sobre los incendios: la capacidad de regeneración de las plantas, la transformación de los ecosistemas bajo el cambio climático, el uso del suelo, la contaminación del agua y el suelo por el humo, la exposición al aire contaminado, etc.

Una ciencia del fuego compartida y más integradora

Con el objetivo de responder a esta creciente demanda de información y de previsiones, los científicos se reunieron durante unos días en mayo de 2021. 

Al final de la reunión, propusieron una agenda de 5 puntos para mejorar la coordinación de la investigación científica, de modo que podamos hacer frente mejor a futuros incendios destructivos.    

En primer lugar, fomentando la coordinación entre las ciencias naturales (físicas, químicas y biológicas) y las humanidades y ciencias sociales. 

Como explica la autora principal del estudio, Jacquelyn Shuman, en un comunicado de prensa, la ciencia del fuego requiere un enfoque transdisciplinar y el establecimiento de asociaciones entre los distintos agentes: académicos, investigadores, empresas y responsables públicos. 

Por el momento, la investigación sobre incendios adolece de un efecto silo. La colaboración entre distintas disciplinas (química, ingeniería, geografía, economía, etc.) sigue siendo demasiado marginal. 

El segundo reto es conseguir que la ciencia del fuego sea más abierta e integradora. Los investigadores creen que la investigación occidental, en el sentido más amplio del término, adolece de una falta de representación (género, grupos socioculturales, sexualidad, discapacidades, etc.) que contribuye a la parcialidad, por ejemplo en el muestreo o en la evaluación de los resultados. 

En consecuencia, la ciencia del fuego pasa por alto ciertas áreas de conocimiento, olvidándose a veces de analizar los conocimientos y las técnicas de gestión del fuego de las distintas comunidades indígenas, o los problemas sociales asociados a los incendios forestales.

Por último, los investigadores creen que la ciencia del fuego debe convertirse en una prioridad inmediata en el análisis, la gestión y la prevención de futuros megaincendios. Los investigadores desearían que el fuego se convirtiera en un foco más importante de la investigación científica.

Una mejor comprensión del funcionamiento de los incendios y de su impacto en los ecosistemas requiere inevitablemente la creación de herramientas adecuadas. Pero para ello, los científicos necesitan financiación.

“Empezamos a tener un conocimiento avanzado de los incendios, pero necesitamos más financiación y mayor coordinación para que este conocimiento sea útil para todos”, subraya el científico. 

Por ello, los científicos reclaman más inversión en el desarrollo de herramientas adaptadas al estudio del fuego, que deberían permitir elaborar bases de datos más numerosas y precisas. Por último, pero no por ello menos importante, estas bases de datos permitirán desarrollar y mejorar los modelos de previsión actuales. 

De forma más general, estos diversos retos revelan las dificultades que se encuentran en muchos ámbitos del mundo académico. La falta de tiempo frente al calentamiento global y la búsqueda constante de nuevas financiaciones minan los progresos que pueden realizarse.

Los autores del estudio resumen las principales necesidades de la investigación medioambiental en todo el mundo: más puntos en común, más inclusión y más financiación.

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