El esfuerzo global para salvar los bosques del mundo

Más de 100 líderes mundiales han prometido poner fin y revertir la deforestación para 2030 en la Conferencia de las Naciones Unidas sobre el Cambio Climático COP 26. El compromiso, que incluye casi 19 200 millones de dólares de fondos públicos y privados, es un hito para la naturaleza

Las investigaciones muestran que cada año se arranca de la tierra un bosque del tamaño de Portugal, lo que impulsa el cambio climático y una serie de otras crisis medioambientales, como los incendios forestales, la extinción de especies y la inseguridad alimentaria.

Un informe reveló que, en los últimos 30 años, se habían perdido 420 millones de hectáreas de bosque por conversión a otros usos del suelo (una superficie mayor que la de la India), y que otros 100 millones de hectáreas están en peligro.

La deforestación y la degradación de los bosques siguen produciéndose a ritmos alarmantes, lo que contribuye significativamente a la pérdida continua de biodiversidad, afirmaba el informe. 

Advirtió que los Objetivos de Desarrollo Sostenible no se alcanzarán en 2030 a menos que se produzcan cambios drásticos en los sectores de la agrosilvicultura, la agroindustria y la agricultura.

Esta cuestión crítica no ha pasado desapercibida. Durante las últimas cinco décadas, las agencias de la ONU, las instituciones de desarrollo, los gobiernos, los conservacionistas, el sector privado y otras partes interesadas clave han trabajado juntos para ayudar a proteger los bosques del mundo, muchos de los cuales están cediendo ante diversas presiones, como la agricultura, la extracción de recursos y la tala ilegal.

El Programa de las Naciones Unidas para el Medio Ambiente tiene un papel importante en el apoyo al movimiento mundial para frenar la deforestación, que ha tenido repercusiones en todas partes, desde Vietnam hasta México.

Una iniciativa innovadora, la Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestal (REDD), ha desempeñado un papel fundamental en la lucha contra el cambio climático. 

La protección y restauración de los bosques también está directamente relacionada con el actual Decenio de las Naciones Unidas para la Restauración de los Ecosistemas. Este decenio pretende prevenir e invertir la degradación de los ecosistemas en todo el mundo.

El creciente entusiasmo por los bosques y los árboles es algo positivo. La restauración de los ecosistemas será fundamental para invertir la tendencia contra el cambio climático y alcanzar los Objetivos de Desarrollo Sostenible. 

La primera regla para la restauración de los ecosistemas es detener la destrucción de bosques, humedales y otras infraestructuras verdes críticas.

Cada vez tenemos más pruebas de que la acción sobre el terreno es eficaz. Al mismo tiempo, no podemos dormirnos en los laureles.

Ya en la década de 1970, se elaboró un pacto internacional capaz de detener la deforestación. Pero las profundas divisiones políticas -el Norte Global impulsaba en gran medida el desarrollo forestal, mientras que la mayoría de los bosques importantes existían en el Sur Global- hacían improbable un acuerdo global.

Por esto, se amplió las distintas tácticas y se colaboró, desde este programa, con los principales organismos de desarrollo, como el Banco Mundial, la Organización de las Naciones Unidas para la Agricultura y la Alimentación y el Programa de las Naciones Unidas para el Desarrollo, para combatir la deforestación sobre el terreno.

También se defendió el Desafío del Gigatón Verde, una ambiciosa asociación público-privada para catalizar financiación que permita reducir las emisiones en 1 gigatonelada (1.000 millones de toneladas métricas) para 2025 y anualmente a partir de esa fecha.

Las soluciones basadas en los bosques y la naturaleza en general se reconocen cada vez más como una solución clave y se mencionan constantemente en los compromisos mundiales. El sector privado también está dando un giro, y varias empresas e instituciones financieras líderes están internalizando las soluciones forestales en sus estrategias de respuesta.

El creciente entusiasmo por los bosques y los árboles es algo positivo

En Vietnam, los criadores de camarones recibieron ayuda para diseñar un modelo de agricultura ecológica que ayuda a proteger los frágiles manglares. 

En Nigeria, los programas promovieron la gestión forestal y la conservación de la biodiversidad, mejorando los medios de subsistencia rurales. 

En Mongolia, se está ayudando a desarrollar una estrategia nacional forestal y de cambio climático centrada en la gestión sostenible de los bosques. 

Y en Colombia, las comunidades locales se incorporaron al diálogo sobre la conservación a través de talleres y sesiones de formación apoyados por estas iniciativas.

“Es fundamental que los aspectos económicos de la conservación de los ecosistemas resulten abrumadoramente convincentes. 

Los bosques son almacenes esenciales del dióxido de carbono que está calentando el planeta, absorbiendo el 30% de todas las emisiones procedentes de los combustibles fósiles y la industria. 

Los bosques cubren aproximadamente el 31% de la superficie terrestre mundial y son el hábitat de la inmensa mayoría de las especies vegetales y animales terrestres conocidas por la ciencia. 

Y lo cierto y central en este asunto debe quedar claro: Los bosques y la biodiversidad que contienen siguen estando amenazados por la agricultura y la explotación, en gran parte ilegal.

La agricultura comercial a gran escala, como la ganadería y el cultivo de soja y palma aceitera, representó el 40% de toda la deforestación tropical entre 2000 y 2010, y la agricultura local de subsistencia otro 33%. 

Los bosques también proporcionan más de 86 millones de empleos verdes y se calcula que 880 millones de personas en todo el mundo pasan parte de su tiempo recogiendo leña o produciendo carbón vegetal, muchas de ellas mujeres.

Los bosques también son clave en la lucha contra el cambio climático. Son depósitos esenciales del dióxido de carbono que está calentando el planeta y absorben el 30% de todas las emisiones procedentes de los combustibles fósiles y la industria.

Cada vez tenemos más pruebas de que la acción sobre el terreno es eficaz. Al mismo tiempo, no podemos dormirnos en los laureles, ya que queda mucho por hacer. Hay que seguir trabajando en el futuro. 

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