Deforestación en la Amazonía: 88 millones de hectáreas perdidas en 40 años
La deforestación en la Amazonía es uno de los problemas ambientales más graves que atraviesa el planeta en los últimos años. Desde 1985 hasta la fecha, esta región ha perdido el 12,5% de su cobertura forestal, ¡una superficie equivalente al tamaño de Venezuela! De acuerdo con un informe llevado a cabo por la red de colaboración brasileña MapBiomas Amazonía, las principales causas de este desastre ecológico tienen que ver con la expansión de actividades como la minería, la agricultura y la ganadería.
Todo el mundo sabe que la Amazonía es el pulmón verde del planeta y una de las regiones con mayor biodiversidad del mundo. Pero a pesar de su importancia para la vida en la Tierra, en las últimas cuatro décadas, el ritmo de deforestación ha puesto en peligro a cientos de especies y ha cambiado de manera irreversible el ecosistema.
Las imágenes satelitales utilizadas por los investigadores de MapBiomas Amazonía muestran cómo el uso del suelo ha ido cambiando a través de los años. Lo que en otros tiempos eran bosques densos y biodiversos ahora se han convertido en terrenos agrícolas, ganaderos o incluso en cráteres para la extracción minera.
Las actividades económicas detrás de la deforestación
El suelo amazónico está siendo transformado por empresarios inescrupulosos que solo piensan en sus beneficios económicos. Según el informe de MapBiomas, la minería (tanto legal como ilegal) aumentó un 1,063% en los últimos 40 años, mientras que la agricultura los hizo un 598%, y la ganadería un 298%. Esto significa que enormes extensiones de selva amazónica fueron taladas y reemplazadas por terrenos utilizados por estas industrias.
Sin dudas este crecimiento está relacionado con el aumento de la demanda mundial de productos como la soja, la palma aceitera y el ganado, que se utilizan tanto para el consumo interno de los países involucrados como para la exportación.
Pero esta demanda conlleva consecuencias terribles para los ecosistemas y las comunidades que viven en la Amazonía. Miembros de la Red Amazónica de Información Socioambiental Georreferenciada (RAISG) explican que para expandir sus monocultivos, los empresarios agrícolas destruyen de forma irreversible ecosistemas enteros.
Mientras tanto, la industria minera va dejando cráteres y zonas contaminadas que no solo afectan a la flora y fauna local, sino también la calidad de vida de quienes habitan estas áreas, degradando las fuentes de agua potable y haciendo que los suelos no puedan recuperarse nunca.
Los efectos de la deforestación en los bosques inundables de la Amazonía
Los bosques inundables son ecosistemas únicos que permanecen cubiertos de agua durante la mayor parte del año por las crecidas de los ríos amazónicos. También conocidos como “várzeas”, estos bosques dependen de los nutrientes que dejan las inundaciones estacionales para sostener su biodiversidad. Pero además, son importantísimos para regular el clima y la calidad del agua de estos ecosistemas.
Pero nada de esto detuvo a quienes decidieron avanzar sobre ellos con las topadoras. Desde 1985, más de 4,5 millones de hectáreas de bosques inundables desaparecieron. Esta reducción ha puesto en riesgo la diversidad de especies, especialmente de peces, por lo que además amenaza la seguridad alimentaria de las poblaciones locales que dependen de la pesca.
Pero no solo los locales se ven afectados por esta destrucción de la Amazonía. Cuando estos bosques son talados, el carbono almacenado en los árboles se libera a la atmósfera, contribuyendo al cambio climático y acelerando el calentamiento global. Es por eso que los expertos y miembros de organizaciones ambientalistas como Greenpeace vienen advirtiendo desde hace años que la deforestación en la Amazonía es una de las principales causas del deterioro ambiental que padece el planeta.
Desde comunidades indígenas hasta áreas protegidas en riesgo
Según el informe de MapBiomas, el 71% de la deforestación fue en el área de la Cuenca del Amazonas. Mientras que un 23% ocurrió en la sabana tropical del Cerrado en Brasil. Un 4 % se detectó en el bosque seco tropical Chiquitano, en Bolivia, y el 2 % restante se distribuyó entre otros biomas, incluyendo el bosque seco del Chaco (en Bolivia y Paraguay), el humedal del Pantanal (Brasil y Bolivia), y otras regiones andinas y valles en Perú y Bolivia.
Durante décadas, las comunidades indígenas cumplieron un rol como guardianes de la Amazonía, protegiendo los bosques de la explotación y preservando su biodiversidad. Pero entre 1985 y 2023, incluso estas áreas protegidas han sufrido una pérdida de 3,8 millones de hectáreas de bosques. Y si bien solo el 6,5% de la deforestación ha ocurrido dentro de estos territorios, es una muestra de que las leyes ya no los protegen.
Las presiones de los lobbies agrícolas y mineros, sumados a la tala ilegal y el narcotráfico están poniendo en riesgo la seguridad de estas comunidades, destruyendo su cultura y su modo de vida. Al despojarlos de sus tierras, no solo se los obliga a desplazarse, sino que además se fragmentan sus territorios, haciendo que la recuperación de los bosques sea aún más difícil. Por eso, es urgente que los gobiernos de los países involucrados implementen políticas de protección que respeten los derechos de las comunidades indígenas y fortalezcan las áreas protegidas.
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