Compensación de emisiones y reforestación: ¿son eficaces?- parte 1

Replantar árboles, compensar las emisiones de carbono, financiar proyectos de restauración medioambiental: ¿es realmente una solución ecológica? No del todo.

A medida que aumenta la presión sobre los problemas ecológicos, cada vez más actores intentan tomar medidas para mejorar su impacto medioambiental. 

La reducción de nuestras emisiones de CO2, de nuestro consumo de energía y de nuestro impacto en el medio ambiente forma parte ya de nuestra mentalidad, tanto en las empresas como en el sector público o en nuestra vida cotidiana.

Una de las soluciones utilizadas para mejorar nuestro impacto ecológico suele ser la noción de “compensación”. 

La idea es poner en marcha acciones que tengan un beneficio medioambiental y se supone que contrarrestan nuestro impacto medioambiental. 

Por ejemplo: una empresa emite carbono, contamina, pero lo compensa financiando la plantación de árboles o programas medioambientales.

Existen varios términos para describir estas acciones de compensación: reforestación, compensación de carbono, compensación ecológica, restauración de ecosistemas, etc. 

Algunos están regulados por ley, como la compensación de biodiversidad en el contexto de proyectos de infraestructuras, mientras que otros, como la compensación de carbono, son simplemente mercados emergentes sin obligación legal. 

Pero, ¿son realmente útiles estos planteamientos? ¿Son eficaces? No necesariamente. Averigüemos por qué.

Compensación ecológica: ¿qué impacto tiene?

En teoría, el principio de la compensación es sencillo. Cuando generas un impacto ambiental, lo compensas con otras acciones que tendrán un beneficio ambiental positivo equivalente.

Por ejemplo, si emites 10 toneladas de CO2, puedes plantar un cierto número de árboles para absorber esas 10 toneladas de CO2.

El problema es que es muy complejo lograr una correspondencia perfecta entre los impactos iniciales que intentamos compensar y los impactos positivos que pretendemos conseguir con la compensación. 

La naturaleza no es un sistema que funcione como un simple stock en el que podemos añadir y quitar impactos, positivos o negativos, según las necesidades.

Al contrario, la naturaleza es un sistema complejo, donde los fenómenos interactúan constantemente entre sí, y donde “un impacto” nunca está perfectamente aislado de los demás.

Compensación del carbono: ¿cómo funciona?

Tomemos el ejemplo de la compensación de carbono mediante proyectos de reforestación. El primer problema es medir el impacto.

Sabemos cómo medir un impacto negativo, las emisiones de CO2. Sabemos que cuando consumimos una determinada cantidad de combustible se libera carbono a la atmósfera en forma de CO2, y sabemos medirlo relativamente bien, utilizando herramientas como el Bilan Carbone o el ACV. Pero calcular el impacto positivo de una medida de compensación como la reforestación no es tan sencillo.

¿Cuánto CO2 almacena un árbol? ¿Y con qué rapidez?

Eso depende de los propios árboles, pero también del clima, de la calidad del suelo y del ecosistema en general, es decir, de las demás especies (vegetales o animales) que interactuarán con el árbol. 

También depende de cómo vivirá el árbol y, sobre todo, de cómo morirá. Si plantamos un árbol que vivirá 10 años antes de ser incinerado, el beneficio del carbono no es muy bueno, porque el CO2 absorbido por el árbol se liberará a la atmósfera cuando sea incinerado. En general, es bastante difícil saber cuánto CO2 se captura plantando árboles, y esto depende mucho de cómo se gestione el bosque plantado.

Por otra parte, cuando hoy emitimos CO2, aumentamos la concentración de CO2 en la atmósfera, pero los impactos de este aumento son de varios tipos. Está obviamente el aumento de temperatura que esto genera a corto plazo, pero también a medio y largo plazo. 

Está la perturbación de los ciclos climáticos en general, pero también de ciertos ciclos ecológicos (por ejemplo, cuanto más carbono hay en la atmósfera, más ácidos se vuelven los océanos: es la acidificación de los océanos).

Estas perturbaciones repercuten a su vez en la biodiversidad: algunos hábitats pueden deteriorarse y algunas especies desarrollarse peor. El impacto es, por tanto, global.

Entonces, cuando compensamos, ¿no evitamos estos impactos? Pues no. O mejor dicho, no necesariamente. Evidentemente, si plantamos árboles, contribuiremos a “capturar” CO2. 

Pero este efecto no se produce al mismo ritmo que nuestro impacto inicial. Cuando emitimos CO2, lo hacemos inmediatamente; cuando lo capturamos, lo hacemos a largo plazo, a medida que el árbol crece. 

Esta diferencia temporal es importante. Porque durante el tiempo que este CO2 adicional está en la atmósfera, y aún no ha sido absorbido por los árboles, tiene tiempo de causar un gran daño ecológico, que no se verá compensado dentro de 5, 10 o 20 años, cuando se haya absorbido una cantidad equivalente de CO2. 

Por tanto, hemos compensado un “impacto” -el CO2 no habrá aumentado en la atmósfera al final de la operación-, pero no todos los impactos ligados a este aumento.

Compensación ecológica: la ecuación imposible

Lo mismo ocurre con la compensación ecológica. Destruir un bosque centenario para construir un aparcamiento no puede compensarse con la restauración ecológica de un bosque situado a unos kilómetros. 

El papel que desempeña este bosque en el ecosistema local, en la resistencia y estabilidad del suelo, y su función como hábitat de biodiversidad se pierden para siempre, aunque se reconstruya o restaure otro bosque.

Cuando construimos carreteras, infraestructuras o grandes proyectos, por mucho que intentemos compensar nuestro impacto, por ejemplo instalando puentes para animales, zonas propicias para la biodiversidad, cajas nido o campos de flores, las interacciones ecológicas iniciales nunca serán exactamente las mismas.

Para poder compensar de verdad, primero tenemos que ser capaces de medir la riqueza ecológica que se ha destruido, pero también de recrear esa riqueza perdida en otro lugar. 

También debemos ser capaces de controlar la sostenibilidad de los proyectos ejecutados a largo plazo: por ejemplo, restaurar una zona natural artificializada para compensar un impacto puede ser útil, pero si al cabo de unos años se deja que el lugar se deteriore, no tiene sentido.

Hoy en día no sabemos muy bien cómo hacer todo esto correctamente, como describe con detalle el informe de la Unión Internacional para la Conservación de la Naturaleza sobre compensación ecológica.

Pero la compensación: ¿Siempre es eficaz?

¡Sigue leyendo la segunda parte para saberlo!

Contactenos

Para contactarnos rellena el siguiente formulario

Error: Formulario de contacto no encontrado.