Tormentas y silvicultura
Las tormentas, como muchas otras perturbaciones, forman parte del ciclo natural del bosque. Por supuesto, suponen angustia y pérdidas económicas para los propietarios, pero también significan renovación, regeneración y oportunidades de reorientación para el ecosistema forestal.
El impacto de las tormentas
Perturbaciones como tormentas, incendios, avalanchas, corrimientos de tierras, plagas de insectos y agentes patógenos aumentan la diversidad de estructuras y especies animales y vegetales.
Las repercusiones sobre el rendimiento del bosque varían localmente en función de las condiciones del lugar* y de la naturalidad del bosque: cuanto más mixta es una masa y más se acerca a su estado natural, mejor se adapta a los cambios.
La gestión de los fenómenos meteorológicos extremos es ante todo una experiencia de humildad. Gestionar las perturbaciones naturales significa reconocer que la naturaleza es más grande que el hombre y que éste no es el único dueño a bordo.
Las tormentas, por su violencia, tienen la particularidad de provocar efectos espectaculares en un corto espacio de tiempo.
Las consecuencias para las personas afectadas (propietarios y usuarios) son innegables: maderas derribadas, rotas, accesos restringidos.
Las pérdidas económicas de tales acontecimientos son inmediatas y prolongadas, ya que se necesitan décadas para recuperar la madera comercializable y los servicios de calidad en las masas más devastadas.
¿Qué tipo de silvicultura?
En la silvicultura próxima a la naturaleza, el bosque se considera un entorno vivo, con cientos de especies de plantas, musgos, líquenes, hongos, bacterias y animales que contribuyen a su equilibrio. Los propios seres humanos forman parte de esta comunidad, de la que obtienen los recursos y servicios que necesitan.
Los bosques estratificados y mixtos ayudan a mitigar los efectos negativos de las perturbaciones.
En primer lugar, porque suelen ser más resistentes a los peligros que los rodales uniformes y, en segundo lugar, porque tienen árboles jóvenes preestablecidos que facilitan el renacimiento y la curación del ecosistema tras una gran alteración.
Mientras que las zonas abiertas por las perturbaciones son positivas en términos de adaptación al cambio climático -debido a la llegada de especies pioneras y heliófilas (amantes del sol) que contribuyen a favorecer la mezcla-, la adaptación es aún más eficaz cuando los bosques escalonados colindan con estas aperturas; de este modo, la diversidad estructural del bosque aumenta a varias escalas.
La gestión de los fenómenos meteorológicos extremos es ante todo una experiencia de humildad.
Gestionar las perturbaciones naturales significa reconocer que la naturaleza es más grande que el hombre y que el hombre no es el único amo a bordo.
La idea fundamental tras una perturbación no es desplegar una agitada operación de limpieza, sino dar tiempo al ecosistema para que exprese su creatividad, naturalidad, ritmo y procesos. Para evitar reacciones precipitadas, conviene seguir las siguientes instrucciones:
- Asegurar las infraestructuras y las zonas públicas.
- Estimar el alcance de los daños y sus consecuencias.
- Informar a los usuarios de la zona boscosa del aumento de los riesgos (por ejemplo, caída de árboles y ramas).
- Informar a las autoridades y al público sobre las causas y los efectos de la perturbación.
- Evaluar la posibilidad de crear reservas forestales o islas de senescencia.
- Cosechar sólo los árboles comercialmente viables (árboles arrancados o rotos por el viento), respetando el suelo.
- Tolerar los espacios vacíos, así como los árboles aún vigorosos -los supervivientes-, que serán valiosos semilleros para el futuro.
En resumen, se trata de apoyar la dinámica natural, con respeto y confianza. Un silvicultor eficaz es aquel que sabe cuándo y dónde no intervenir.
En cuanto a las particularidades de Argentina, los bosques por supuesto que enfrentan el desafío de las tormentas, especialmente en regiones como la Patagonia y el noreste, donde estos fenómenos pueden causar daños significativos en las masas forestales.
Las tormentas, al igual que otras perturbaciones naturales, forman parte del ciclo vital del bosque, actuando como agentes de renovación y regeneración.
En los bosques nativos de Argentina, donde la biodiversidad es alta y la estructura forestal es mixta, los impactos de las tormentas pueden ser mitigados por la resiliencia natural de estos ecosistemas.
Sin embargo, en plantaciones forestales homogéneas, como las de pino y eucalipto en el noreste, los efectos pueden ser más severos, ya que estas formaciones tienden a ser más vulnerables a los eventos climáticos extremos.
La gestión forestal en el país debe enfocarse en fomentar la diversidad estructural y la plantación de especies mixtas para aumentar la resistencia del bosque a las tormentas.
Además, la planificación a largo plazo y la adaptación al cambio climático son cruciales para garantizar la sostenibilidad de los bosques argentinos frente a las perturbaciones naturales.
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