¿Los bosques pueden contribuir al calentamiento global?

La deforestación no solo disminuye la capacidad de los bosques de absorber CO2, sino que también puede hacer que se conviertan en emisores netos de carbono, especialmente cuando son afectados por plagas, incendios y sequías intensificadas por el cambio climático. 

Los bosques son aliados indiscutidos en la lucha contra el cambio climático. Estos sistemas no solo capturan carbono a través de la fotosíntesis, sino que también regulan la temperatura, preservan la biodiversidad y sirven como los pulmones de la Tierra. 

No obstante, hay una contradicción: en algunas situaciones, los bosques pueden empezar a liberar más carbono del que absorben, lo que significa que colaboran con el cambio climático. Para comprender esta dinámica complicada, es necesario comenzar hablando de los factores que pueden transformar a los bosques de sumideros en emisores de carbono, y analizar cómo estos elementos se vinculan con el cambio climático. 

La liberación de carbono almacenado en la biomasa

Los árboles y plantas de los bosques acumulan grandes cantidades de carbono en sus troncos, ramas, hojas y raíces. Este carbono almacenado permanece en la biomasa forestal durante años, incluso siglos, haciendo de los bosques un gran sumidero de carbono. El problema es que cuando los árboles mueren, se queman o se descomponen, este carbono es liberado nuevamente a la atmósfera en forma de dióxido de carbono, un gas de efecto invernadero.

La deforestación y los incendios forestales, liberan rápidamente el carbono acumulado durante décadas en los bosques, devolviéndolo a la atmósfera y contribuyendo así al aumento de las temperaturas. De este modo, cuando los bosques son destruidos, pueden actuar como emisores netos de carbono, agravando el cambio climático en lugar de mitigarlo.

Calentamiento global e incendios forestales

El cambio climático está incrementando la frecuencia y severidad de los incendios forestales en diversas regiones del mundo. Las altas temperaturas y las sequías prolongadas secan la vegetación, creando condiciones propicias para que los incendios se propaguen rápidamente. 

Cuando un bosque arde, no sólo se libera el carbono almacenado en los árboles, sino que también queda afectada la capacidad de regeneración del ecosistema. El caso de los bosques boreales, por ejemplo, es ilustrativo. 

Estos bosques, que cubren extensas áreas de Canadá, Rusia y Escandinavia, almacenan grandes cantidades de carbono en su biomasa y en el suelo. Sin embargo, los incendios en estas regiones se están volviendo cada vez más intensos y frecuentes.

Los científicos advierten que, en algunos casos, el carbono liberado durante un incendio en estos bosques puede superar la cantidad de CO2 que los mismos capturan durante años de crecimiento. Este fenómeno transforma a los bosques en emisores netos de carbono, acelerando el cambio climático.

Estrés hídrico y sequías prolongadas

Las sequías cada vez más prolongadas, intensificadas por el cambio climático, están afectando los ecosistemas forestales en muchas partes del mundo. Cuando los árboles experimentan estrés hídrico, su crecimiento se ralentiza, lo que reduce su capacidad de capturar carbono. En situaciones extremas, los árboles pueden morir por falta de agua.

La muerte masiva de árboles debido a la sequía no solo reduce la capacidad del bosque para absorber carbono, sino que también incrementa la cantidad de carbono liberado a la atmósfera a medida que estos árboles muertos se descomponen. 

Plagas y enfermedades

El aumento de las temperaturas también favorece la proliferación de plagas y enfermedades que afectan a los bosques. Insectos como el escarabajo del pino, que se ha extendido ampliamente en América del Norte, han destruido millones de hectáreas de bosque. Estas plagas se reproducen más rápidamente en climas cálidos, y sus efectos devastadores se ven amplificados por la falta de inviernos fríos que solían controlar sus poblaciones.

Cuando un bosque es devastado por plagas, una gran cantidad de árboles mueren en un corto período de tiempo, liberando el carbono almacenado en ellos a medida que se descomponen. Además, la vegetación muerta aumenta el riesgo de incendios, lo que puede desencadenar un ciclo de destrucción que convierte al bosque en una fuente de carbono.

Fragmentación y degradación del suelo

La deforestación no solo afecta a los árboles, sino también al suelo, que es otro importante depósito de carbono. Cuando se eliminan árboles, el suelo queda expuesto a la erosión y a la acción directa de los rayos solares, lo que acelera la descomposición de la materia orgánica y la liberación de carbono.

Los suelos degradados suelen perder su fertilidad, lo que dificulta el crecimiento de nuevas plantas y árboles. Esta falta de regeneración limita aún más la capacidad del bosque para actuar como sumidero de carbono.

El ciclo de retroalimentación del cambio climático

Los bosques y el cambio climático están intrínsecamente ligados en un ciclo de retroalimentación. Los efectos del cambio climático, como el aumento de la temperatura y las sequías, generan una serie de impactos en los bosques que resultan en la liberación de carbono a la atmósfera. A su vez, este carbono adicional contribuye al calentamiento global, creando un ciclo que se retroalimenta y se intensifica con el tiempo.

Cuando los bosques, que deberían actuar como sumideros de carbono, comienzan a emitir más CO2 del que capturan, se acelera el cambio climático. Este ciclo de retroalimentación es una de las razones por las que la protección y restauración de los bosques son esenciales para enfrentar la crisis climática.

Entonces ¿los bosques producen este fenómeno o es su degradación?

Los bosques per se no producen CO2 ni aceleran el cambio climático, sino todo lo contrario. La paradoja se da cuando por causa de la deforestación, los incendios y las sequías, los bosques pierden su capacidad de sintetizar el CO2, los árboles mueren, y en consecuencia terminan liberando dióxido de carbono a la atmósfera en lugar de eliminarlo.

Para revertir esta tendencia, es esencial proteger y restaurar los bosques, además de abordar las causas subyacentes del cambio climático. Solo mediante una gestión sostenible de estos ecosistemas podremos asegurar que continúen cumpliendo su rol como aliados en la lucha contra el calentamiento global.

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