Vegetariano, Omnívoro, Ecológico, Locavoro: El impacto medioambiental de su alimentación descifrado

¿Cuál es el impacto medioambiental de nuestra dieta? Calentamiento global, polución del suelo, contaminación del agua… La agricultura y la producción de alimentos tienen enormes repercusiones en nuestro planeta. Pero, ¿cómo podemos reducir la huella de carbono de nuestra dieta? ¿Qué dieta es la más “ecológica”? ¿Cuál protege más el medio ambiente y el planeta? Averigüémoslo

Ante todos los problemas medioambientales que afectan al planeta, cada vez somos más conscientes del papel que debemos desempeñar en la protección de la naturaleza.

Entre las acciones cotidianas que realizamos en favor del medio ambiente, una cuenta más que las demás: nuestra forma de alimentarnos. 

Nuestra dieta es uno de los ámbitos con mayor impacto ambiental. Para producir alimentos a escala industrial de modo que todo el mundo se alimente, se necesitan muchas hectáreas de tierra y a menudo se utilizan muchos fertilizantes, pesticidas, herbicidas y fungicidas. Se necesitan máquinas para cosechar los cultivos, vehículos para transportar los alimentos y conservarlos. 

En total, se calcula que todo el sector alimentario podría representar hasta una cuarta parte de las emisiones humanas de gases de efecto invernadero.

Prácticamente todos los alimentos que consumimos han contribuido tanto al uso de productos químicos, como a la ocupación de los suelos y a la emisión de gases de efecto invernadero. 

Cuando consumimos alimentos, tenemos una responsabilidad con el planeta y el medio ambiente. 

Pero, ¿cómo podemos comer mejor si queremos evitar destruir el medio ambiente? Te damos a conocer diferentes dietas para entender mejor su impacto medioambiental.

¿Es la dieta vegetariana, mejor para el planeta?

En términos de impacto medioambiental, a menudo se dice que una dieta vegetariana es menos perjudicial. 

De hecho, producir carne tiene un enorme impacto medioambiental, especialmente en el caso del ganado ovino y bovino. 

En primer lugar, porque producir 1 kg de carne tiene un mayor coste medioambiental que producir, por ejemplo, 1 kg de patatas. Para producir 1 kg de carne de vacuno hay que alimentar al ganado, cultivar sus alimentos (cereales, heno u otros) y también se utiliza mucha agua. Se ocupa mucho espacio y suelos particulares para criar ganado. 

Después es necesario transformar el animal en carne consumible (sacrificio, despiece, transformación, envasado…). Todo ello contribuye a la emisión de gases de efecto invernadero y a una contaminación específica. En lo que se refiere, pongamos por caso, a las patatas, basta con plantarlas, regarlas y aportarles determinados nutrientes (mediante abonos, por ejemplo).

Además, los propios animales de cría producen gases de efecto invernadero. Así, se calcula que una vaca estadounidense criada por su carne emite cada año entre 70 y 120 kg de metano, cuya contribución al calentamiento global es 23 veces mayor que la del CO2.

Por lo tanto, la huella de carbono de una dieta vegetariana suele considerarse menor que la de una dieta carnívora. 

Un estudio realizado por científicos de nacionalidades diversas, pero sobre todo argentinos y norteamericanos, examinó cinco dietas: la “Meat lover”, la dieta media americana, la dieta sin carne de vacuno, la dieta vegetariana y la dieta vegana. 

¿Los resultados? Las dietas vegetariana y vegana son las que menos huella de carbono dejan, con 1,7 y 1,5 toneladas de CO2 equivalente emitidas al año por persona, respectivamente. Al mismo tiempo, los “amantes de la carne” emiten 3,3 toneladas de CO2 equivalente al año por persona, el doble que la dieta vegana. 

Por otro lado, simplemente eliminando la ternera y el cordero de su dieta (manteniendo el resto de carnes y productos animales), la huella de carbono de la carne se acerca más a la huella de la dieta vegetariana, con 1,9 toneladas de CO2 equivalente emitidas al año por persona.

¿Por qué las cosas no son tan sencillas cuando se trata del impacto medioambiental de los alimentos?

La razón es, en lo que respecta a la alimentación, porque los datos no siempre muestran la realidad concreta y global. Así, la mayoría de los estudios sobre el impacto medioambiental de la alimentación se basan en datos procedentes de Estados Unidos, lo que a su vez orienta sus resultados. 

Por ejemplo, en Estados Unidos se consumen 125 kg de carne al año por persona, según la FAO. Eso es un 20% más que en Francia. Los estadounidenses también consumen 53 kg de carne de vacuno al año por persona, frente a “sólo” 23 kg en la Unión Europea. La comparación de las dietas será, por tanto, diferente si se adapta al contexto geográfico.

Del mismo modo, el cálculo de la huella medioambiental de la producción de carne se refiere a las prácticas agrícolas estadounidenses, donde el ganado se cría principalmente a partir de cereales y soja. La cría de soja y cereales puede aumentar considerablemente las emisiones de metano del ganado. 

Por el contrario, los animales alimentados con hierbas naturales ricas en Omega-3 pueden emitir hasta un 20% menos de metano que el ganado convencional, ya que el cultivo de hierba no emite CO2. Por ejemplo, en Francia, el 60% de la alimentación del ganado se compone de hierba, lo que hace que el impacto de carbono de 1 kg de carne francesa sea inferior al de 1 kg de carne de vacuno en Estados Unidos.

Además, es imposible que estos estudios tengan en cuenta todos los criterios que intervienen en el impacto de los alimentos sobre el carbono. 

Por ejemplo, en lo que se refiere al suelo, hoy se sabe que la cría de pastos es mejor que los cultivos de cereales u hortalizas desde el punto de vista climático, ya que contribuye al desarrollo de praderas, que absorben CO2. Concretamente, 1 hectárea de pastos dedicada a la ganadería reduce mucho el CO2 atmosférico, mientras que 1 hectárea de cultivos lo aumenta ligeramente. Sin embargo, este dato nunca se incluye en las evaluaciones de impacto ambiental.

Por último, si tenemos en cuenta otros factores además del CO2 (como la contaminación del suelo, el agua y la biodiversidad), las cosas siguen complicando. 

Por ejemplo, los cultivos de frutas, verduras o cereales pueden ser muy perjudiciales para el medio ambiente debido al uso de pesticidas, herbicidas y otros fungicidas que destruyen la biodiversidad y contaminan el suelo y el agua. Por otra parte, la producción de ciertas hortalizas (pepinos, lechugas, apio…) requiere grandes cantidades de energía y agua, lo que complica aún más los cálculos. Y todo ello sin tener en cuenta la deforestación provocada por cultivos como la soja, o el monocultivo.

¿Qué dieta protegerá mejor el planeta?

Si se intentan resumir todos los estudios que se han hecho sobre el tema del impacto medioambiental de las distintas dietas, seguirá siendo muy difícil decir qué “dieta” es la mejor para el planeta. 

Según el origen de los productos consumidos, la técnica de cultivo o de cría utilizada, la cantidad consumida, se pueden obtener resultados muy diferentes. 

Así, una dieta vegetariana rica en soja y verduras puede ser más perjudicial para el planeta, a igualdad de calorías, que una dieta que contenga un poco de carne si los animales se crían en buenas condiciones (pastos, alimentos ecológicos). 

A la inversa, una dieta omnívora que contenga mucha carne de vacuno cultivada industrialmente tendrá consecuencias medioambientales mucho más graves que una dieta vegetariana, ecológica y locavore.

Por tanto, es imposible decidir, pero hay algunos puntos clave que conviene conocer para comprender mejor el impacto medioambiental de nuestra alimentación y elegir una dieta que proteja mejor el medio ambiente.

La carne de vacuno y de cordero figura entre los alimentos más nocivos del planeta, sobre todo cuando se cultivan de forma industrial (alimentos a base de cereales, sin pastos). Para una dieta ecológica, deben evitarse y reducirse, como la carne en general. De hecho, reducir el consumo de carne de vacuno tiene más impacto en el medio ambiente que dejar de utilizar el coche.

La carne de pastoreo permite reconstituir los suelos y su capacidad de almacenar carbono: éstas son las fuentes de carne que hay que favorecer. El pollo y el pescado también tienen un impacto medioambiental mucho menor que el ganado ovino o bovino en el planeta. Si consumes productos animales, éstos son los que debes elegir en primer lugar.

Las verduras y los cereales tienen un impacto global de carbono menor que la carne o los productos lácteos. 

Sin embargo, algunas verduras tienen un impacto relativamente fuerte. Por ejemplo, para producir 1 kg de patatas se emiten 2,9 kg de CO2, y para producir 1 kg de espárragos, 3,4 kg de CO2. Si las hortalizas no son ecológicas, su impacto también puede ser muy fuerte sobre la biodiversidad y la calidad del suelo debido a los insumos químicos.

Todo depende de la cantidad que se consuma. Así, para consumir 600 calorías de patatas (la hortaliza más energética), habría que ingerir más de 780 g, con lo que se emitirían unos 2,3 kg de CO2. Para consumir 600 calorías de lomo de cerdo, es necesario comer sólo 200 g para “sólo” emitir 600 g de CO2 a la atmósfera.

Cuidado con las frutas y verduras que consume: la soja y las verduras ricas en agua como los tomates, pepinos o calabacines necesitan mucha energía y agua para producirse en cantidades industriales y a veces están asociadas a la deforestación. Del mismo modo, los arándanos o los plátanos son frutas con un alto impacto medioambiental. Por ello, es preferible consumirlos sólo ocasionalmente, cuando estén en temporada.

En cambio, las legumbres (lentejas, por ejemplo) son muy “sobrias” en términos medioambientales, porque requieren poca agua, poca energía y emiten poco CO2. Deben formar parte de cualquier dieta respetuosa con el medio ambiente.

Los productos del mar tienen impactos medioambientales muy diversos: la sobrepesca o las piscifactorías intensivas plantean muchos problemas, sobre todo en términos de biodiversidad. Hay que tener la precaución de consumirlos sólo en temporada y evitar las especies en peligro de extinción. Por otra parte, cuando las poblaciones de peces se gestionan bien y los productos se consumen razonablemente, el marisco es una alternativa relativamente respetuosa con el medio ambiente a proteínas como la carne de vacuno.

La forma en que se producen los alimentos es tan importante como el tipo de alimentos que consumes: utiliza alimentos locales para evitar los efectos del transporte, una producción que limite los insumos químicos, productos cárnicos/huevos/lácteos procedentes de animales criados en buenas condiciones (alimentados con pastos, sin antibióticos…).

El impacto medioambiental de nuestra dieta es una cuestión con muchas explicaciones posibles en la que ninguna respuesta será absolutamente correcta. Los estudios son contradictorios y es difícil desentrañar qué es verdad y qué es mentira. Al final, suele ser de sentido común que un producto industrial es casi siempre más perjudicial para el medio ambiente que los alimentos producidos localmente con prácticas agrícolas sanas y no intensivas. Y esto es excelente, ya que corresponde a las expectativas de los consumidores, que, en nuestro último estudio, plebiscitan una agricultura más extensiva y razonada.

Entonces, ¿estás listo para empezar una dieta ecológica?

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