La deforestación en América Latina: un tema que preocupa desde 1999 y no ha variado demasiado
La causa principal que degrada los bosques: analicemos qué está ocurriendo
Mejor mantener los bosques que talarlos. Esta era la idea. veamos qué ocurrió a partir del 2005 tras esta propuesta internacional.
Dejar de talar los bosques: construir alrededor
La Reducción de Emisiones por Deforestación y Degradación Forestalsurgió de las conferencias de la ONU sobre el clima en 2005.
Prometía combatir y reducir la deforestación de forma rápida, sencilla y barata, reduciendo así también las emisiones de carbono y el impacto del cambio climático. El argumento utilizado era que era más beneficioso “mantener los bosques en pie” que talarlos.
Para obtener la aprobación de un proyecto REDD en un bosque tropical, una empresa u ONG elige una zona de bosque claramente amenazada y calcula la proporción de esta zona que se deforestaría en un periodo de 30 a 50 años.
A continuación, calcula cuántas hectáreas se conservarían hipotéticamente si se aplicara el proyecto REDD y, en consecuencia, el volumen de emisiones de carbono que se evitarían.
A partir de estos cálculos se emiten créditos de carbono negociables, certificados por empresas consultoras.
Estos créditos los compran, por ejemplo, grandes empresas -principalmente de países del Norte- dedicadas a la extracción de petróleo, la aviación, los productos alimentarios o la minería.
Estas empresas “compensan” la contaminación que generan alegando que preservan bosques lejanos.
De este modo, “compran” el derecho a seguir contaminando la atmósfera con una cantidad de carbono supuestamente equivalente a la “almacenada” en la zona forestal cuya destrucción se ha “evitado”. Compensación es la palabra de moda para este mecanismo.
Se culpa a las comunidades que viven en los bosques de la deforestación y se les impide utilizar sus propias zonas para actividades esenciales para su subsistencia.
Los sistemas REDD refuerzan así el falso supuesto de que las personas no pueden coexistir con los bosques, lo que plantea problemas a las comunidades de ambos lados del acuerdo: en primer lugar, en las comunidades forestales cercanas a las actividades de estas empresas de los países del Norte que, gracias a REDD, pueden seguir contaminando aún más; y en segundo lugar, en los bosques donde se ubican los proyectos de compensación.
Desde la puesta en marcha del mecanismo REDD hace casi veinte años, la deforestación no ha disminuido, sino que ha aumentado.
La agroindustria, la minería, las plantaciones de monocultivos de árboles y otras actividades extractivas siempre han sido más rentables que el mantenimiento de bosques intactos, lo que revela la verdadera intención de proyectos como REDD: perpetuar el derecho a contaminar. Por tanto, REDD contribuye a agravar la crisis climática en lugar de mitigarla.
En la actualidad, 99 proyectos REDD han sido certificados o están en proceso de certificación en los cuatro países con mayores tasas de deforestación de la región amazónica (Brasil, Bolivia, Perú y Colombia). Además, existe un número desconocido de otras iniciativas REDD no certificadas.
En la región amazónica también existen varios programas propuestos por los gobiernos nacionales. En Colombia, por ejemplo, un decreto de 2017 permite a las empresas no pagar los impuestos de “quien contamina paga” y, en su lugar, comprar “compensaciones”, incluso a través de proyectos de este tipo.
También existen programas REDD a nivel estatal, como en los estados de Acre y Mato Grosso en Brasil, financiados por los gobiernos de Alemania, Noruega y el Reino Unido.
En este caso, los pagos no proceden de la venta de créditos de carbono, sino que se basan en los llamados “resultados” vinculados a las tasas de deforestación durante un periodo acordado por las partes.
Dependiendo de la tasa de deforestación acordada y del año de referencia utilizado para establecer la comparación, el resultado puede ser el opuesto al objetivo fijado; los gobiernos pueden recibir pagos incluso cuando la deforestación está aumentando, como ocurrió en Mato Grosso.
Además, aunque este tipo de programa REDD no está financiado por el mercado del carbono, uno de sus principales objetivos es preparar a estos Estados para incorporarse a este mercado lo antes posible.
Soluciones basadas en la naturaleza del bosque
El fracaso de REDD a la hora de reducir la deforestación podría sugerir que la idea debería abandonarse, pero no ha sido así.
Para algunos, no ha sido un fracaso. Las principales ONG conservacionistas, las empresas del mercado del carbono, los consultores que diseñan y validan los proyectos, los gobiernos nacionales y estatales, los certificadores y otros se han embolsado colectivamente miles de millones de dólares de los proyectos REDD en los últimos quince años.
REDD tampoco ha sido un fracaso para las grandes empresas, como las petroleras, que han podido ampliar sus actividades contaminantes alegando que “compensan” sus emisiones.
Sin embargo, decidieron cambiar el nombre del mecanismo. El mecanismo REDD se conoce ahora cada vez más como “soluciones basadas en la naturaleza”.
Las iniciativas SFN se han vuelto aún más peligrosas para las poblaciones forestales, ya que están vinculadas a otra propuesta, el llamado plan “30×30”, que pretende proteger el 30% de los espacios naturales del planeta para 2030.
La fórmula mágica para todos los sectores de la industria mundial actual es conseguir emisiones “neutras en carbono”. Esto ha provocado una auténtica carrera por los terrenos forestales por parte de empresas y ONG. Muchas comunidades están siendo acosadas para que firmen contratos con empresas del mercado de carbono deseosas de vender derechos de contaminación a industrias extranjeras, ONG y, cada vez más, gobiernos y empresas nacionales. Esta nueva tendencia aún no ha dado lugar a nuevos proyectos de SFN en la Amazonia. Pero cuando lo haga, estos proyectos deberán seguir la lógica del mecanismo REDD, ya que vemos cómo algunos proyectos REDD pasan a llamarse iniciativas SFN.
La agroindustria brasileña es uno de los sectores que más activamente ha promovido las actividades de SFN en todo el mundo, por ejemplo a través de la expansión de sus plantaciones de monocultivos de eucalipto y de las llamadas iniciativas de “agricultura baja en carbono”.
Estos proyectos consisten en añadir aditivos a los piensos e introducir prácticas agroforestales y de gestión del suelo. No son más que una farsa si se tienen en cuenta los planes de mega expansión de la industria, que además van acompañados de los incendios y la deforestación necesarios para llevarlos a cabo.
A esto se añade el uso de productos derivados del petróleo a lo largo de toda la cadena de producción, incluidos los fertilizantes químicos y los pesticidas. Todo ello explica por qué la cadena de producción agroalimentaria representa ya hasta el 37% de las emisiones totales de gases de efecto invernadero en todo el mundo.
Hablemos de la economía verde o baja en carbono en los próximos artículos para reflexionar sobre este punto ¡Sigue leyendo!
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