Turismo: de los bosques a las cumbres, los parques naturales descubren el exceso de visitas
La explosión del número de visitantes obliga a los parques a atender a un público a menudo inexperto y a buscar un equilibrio entre la actividad económica y la protección del medio ambiente.
Cuando hablamos del bosque: ¿Quién es más difícil de controlar, una manada de animales o un grupo de veraneantes? La respuesta podría ser despectiva.
En los parques naturales, refugio de turistas franceses en busca de espacio, se vive esta curiosa experiencia desde el inicio de la pandemia de Covid-19: “Por mucho que podamos trabajar con los ganaderos para evitar que sus animales beban del río, es más complicado con los turistas”, cuentan en sintonía la mayor parte de los guardaparques y desarrolladores vinculados a la tarea de protección y vigilancia de áreas bosques nativos o áreas naturales.
Estos guardabosques intentan proteger la cubierta vegetal y las riberas de las áreas verdes o boscosas visitado por excursionistas.
En la costa, llevamos décadas gestionando el exceso de visitas. En los bosques estamos todo, menos cómodos, coinciden.
Existen medidas para animar a la gente a descubrir el bosque, por supuesto, un poco por turismo y otro por comunicación de cada lugar que se inclina a compartir sus maravillas, con la confianza de que puedan ser cuidados y preservados como los lugareños que viven allí tienen la costumbre adquirida de proceder.
Pero lamentablemente hoy ya hay que racionalizar las rutas para limitar la presión sobre los entornos naturales.
Los parques nacionales y los parques regionales de todos los países están experimentando una explosión de visitantes, a menudo procedentes de una clientela regional apasionada por el senderismo y el ciclismo.
El atractivo de los parques naturales no empezó con Covid-19: la década de 2010 ya había visto un auge del turismo verde, que empezaba a ser explotado por agentes privados y fomentado por los parques. Pero la descontaminación de mayo de 2020 hizo saltar las alarmas.
Esta explosión es visible a simple vista para los lugareños, pero difícil de entender para quienes no viven cerca. La naturaleza, antes un remanso de paz que se autorregula en perfecta armonía, se convierte en un flujo continuo de personas.
Los efectos son palpables: caminos abarrotados, residuos dejados a su paso y, lo que es más preocupante, la perturbación de la fauna y la flora locales. La situación es paradójica: se busca la naturaleza por su serenidad y belleza, pero el exceso de presencia humana amenaza con degradarla.
Ante este escenario, los gestores de los parques naturales se encuentran en una encrucijada. La necesidad de preservar la integridad de estos espacios choca con el deseo de fomentar el turismo, una fuente vital de ingresos para las regiones involucradas.
La solución no es sencilla, pero algunas iniciativas apuntan hacia un turismo más sostenible y respetuoso.
La implementación de un sistema de reservas para acceder a ciertas áreas, la limitación del número de visitantes simultáneos, la promoción de prácticas de bajo impacto y la educación ambiental son algunas de las medidas adoptadas.
Además, se está trabajando en mejorar la infraestructura para dirigir el flujo de visitantes hacia áreas menos sensibles, al tiempo que se refuerzan las áreas protegidas.
Estas acciones, sin embargo, solo son efectivas si van acompañadas de un cambio en la mentalidad de los visitantes.
La concienciación sobre la importancia de conservar estos espacios para las generaciones futuras es crucial.
Se trata de fomentar, con una comunicación simple y desde distintos ámbitos, una cultura de respeto y admiración por la naturaleza, donde el disfrute no comprometa la preservación del entorno.
En síntesis, el desafío de gestionar el exceso de visitas en los parques naturales es complejo y requiere un enfoque multifacético.
La cooperación entre gestores de parques, visitantes y comunidades locales es fundamental para encontrar un equilibrio entre la conservación y el disfrute de estos espacios.
A medida que avanzamos, el turismo sostenible se presenta no solo como una opción, sino como la única vía para garantizar que los bosques, montañas y riberas sigan siendo refugios de biodiversidad y belleza.
La responsabilidad recae en todos: gestores, turistas y comunidades locales, para actuar con conciencia y respeto hacia la naturaleza que nos rodea.
Solo así podremos asegurar que los parques naturales continúen siendo tesoros para descubrir, hoy y en el futuro.
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