Los bosques al servicio de la salud de las personas, las economías y los ecosistemas

Los bosques sanos son la base sobre la que pueden prosperar las personas, la fauna y los ecosistemas

Invertir en los bosques es invertir en las personas, las economías y nuestro planeta. 

El sector forestal representa el 1% de todos los puestos de trabajo del mundo, con más de 33 millones de personas trabajando directamente en él. 

Además, las zonas forestales proporcionan madera, fibra, forraje y energía que alimentan toda la economía. 

También son importantes para la seguridad alimentaria y constituyen una red de seguridad social para las poblaciones rurales.

Una buena gestión forestal es una forma eficaz de contribuir a acabar con la pobreza en un planeta habitable, sobre todo teniendo en cuenta que más del 90% de las personas que viven en la pobreza extrema dependen en mayor o menor medida de los bosques para su subsistencia. 

Los bosques cubren más del 80% de las tierras ocupadas por pueblos indígenas, muchos de los cuales los consideran no sólo la fuente de su sustento y producción de alimentos, sino también de su identidad cultural.

Sin embargo, los bosques están siempre amenazados.

Bosques amenazados y por qué se insiste en su conservación

En las regiones del mundo donde no están regulados y donde las estructuras de gobernanza son débiles, la escala de la deforestación, a menudo debida a la expansión de la agricultura, es devastadora.

Desde el año 2000, el mundo ha perdido una superficie del tamaño de Etiopía a causa de la deforestación.

Esta constatación debería hacer sonar una alarma. Cuando descuidamos los bosques, estamos renunciando ante todo a una de nuestras herramientas más eficaces para luchar contra el cambio climático y la pérdida de biodiversidad, así como para mejorar las condiciones de vida y desarrollar las economías.

La degradación de las zonas forestales también compromete las medidas adoptadas para combatir el cambio climático. 

Los bosques son la segunda reserva natural de carbono del planeta, después de los océanos, y contribuyen a mantener el equilibrio de carbono de la Tierra y a reducir los efectos del cambio climático. 

Alrededor del 12% de las emisiones mundiales de gases de efecto invernadero son atribuibles a la deforestación y la degradación de los bosques.

Los efectos de la deforestación sobre la pobreza son igualmente preocupantes, ya que provocan la destrucción de los medios de subsistencia, inseguridad alimentaria y, a menudo, conflictos y desplazamientos de población. 

La deforestación y la invasión de territorios naturales también aumentan el contacto entre los seres humanos, el ganado y la fauna salvaje, incrementando el riesgo de enfermedades infecciosas y pandemias como el SARS, el Ébola y el VIH.

El camino para remediar esta situación está sembrado de escollos institucionales y financieros, pero he aquí cuatro vías de mejora para allanar el camino hacia un futuro respetuoso con la naturaleza y resiliente:

Una mejor planificación: Para hacer frente a los retos del desarrollo, no basta con enfoques sectoriales únicos.

La planificación integrada del uso del suelo puede ser una solución, teniendo en cuenta tanto los sistemas naturales como los humanos que dependen de una zona determinada para gestionar los distintos usos del suelo de forma sostenible. 

Desde las organizaciones, se intenta ayudar a los países a elaborar planes de ordenación del territorio en zonas de bosques, oasis y sabanas de todo el mundo.

Mejor gestión: Esto empieza con la creación de un marco normativo que permita a los países conservar y desarrollar sus bosques y los servicios ecosistémicos que proporcionan, desde aire limpio y agua potable hasta el control de las inundaciones y la erosión.

Mejor aprovechamiento: Cuando los bosques se gestionan de forma sostenible, prosperan las empresas y economías locales, incluido el turismo basado en la naturaleza. El turismo está aumentando en todo el mundo, con ocho mil millones de visitantes anuales a las zonas protegidas. 

La agrosilvicultura es otro sector que permite a la población local comercializar de forma sostenible productos forestales, como forraje para el ganado, productos alimenticios como frutas y frutos secos, y madera.

Mayor inclusión: las poblaciones dependientes de los bosques, que están sobrerrepresentadas entre los pobres del mundo, carecen a menudo de acceso a los mercados y los servicios públicos. 

A medida que empeoran las crisis climáticas y naturales, las iniciativas dirigidas a ampliar las redes de seguridad social a las poblaciones dependientes de los bosques pueden ayudarles a salir de la pobreza, sobre todo a corto plazo.

Al mismo tiempo, hay dos cuestiones subyacentes que podrían socavar nuestros esfuerzos y que deben abordarse. 

En primer lugar, necesitamos datos mejores y más accesibles para defender la inversión en los bosques como medio de promover el crecimiento económico. Los ministerios de Hacienda pueden obtener los datos necesarios dando prioridad a la contabilidad del capital natural, es decir, a la medición, valoración y gestión sistemáticas de los recursos naturales y los servicios ecosistémicos de un país. 

Por ejemplo, con la próxima entrada en vigor del reglamento de la UE sobre deforestación, las empresas y los gobiernos tendrán que ser capaces de supervisar, rastrear y comunicar datos que demuestren que la exportación de productos agrícolas y madereros a la UE no conduce a la deforestación.

En segundo lugar, necesitamos financiación adicional para invertir en zonas forestales. Para cumplir los objetivos climáticos, de biodiversidad y de degradación del suelo, los agentes públicos y privados tendrán que multiplicar sus inversiones anuales al menos por cuatro en las próximas tres décadas. 

De aquí a 2050, las necesidades totales de inversión ascenderán a 8,4 billones de dólares, es decir, más de 536 billones al año. 

Estas cantidades pueden obtenerse en parte de los recursos nacionales existentes, en particular reasignando las subvenciones perjudiciales para el medio ambiente que actualmente representan el 8% del PIB mundial. 

Sin embargo, esto también significa crear un entorno normativo favorable para las pequeñas y medianas empresas que invierten en el sector forestal.

El Banco Mundial se ha comprometido a ayudar a los países a aprovechar el inmenso potencial de sus bosques. Sin dudas, cada actor debe involucrarse y seguir trabajando en primera línea para defender la naturaleza con el fin de preservar un planeta habitable para las generaciones futuras.

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