Arquitectura bioclimática: ¿cómo es una casa adaptada al calentamiento global?
¿Cómo será la vivienda en 2050? A medida que se agrava la crisis climática, se plantea la cuestión de cómo adaptar eficazmente las viviendas para mitigar los efectos del cambio climático en la población.
Con vegetación, sombra y un buen aislamiento, la casa del futuro ya existe, y apenas cambiará en las próximas décadas.
De hecho, el 80% de las viviendas de 2050 ya estarán construidas. Pero estas viviendas deben adaptarse para hacer frente a la crisis medioambiental.
Porque lo que ya existe ya no es suficiente. Necesitamos pasar a una nueva forma de arquitectura, que busque maximizar el confort de sus ocupantes.
La arquitectura bioclimática, o diseño bioclimático, trata de proponer formas de vivienda adaptadas a las condiciones climáticas futuras, en particular a las intensas olas de calor que están a punto de descender sobre una Europa poco acostumbrada a temperaturas tan elevadas.
Esta arquitectura tiene en cuenta todas las variables (relieve, contexto urbano, tipo de terreno, riesgos climáticos, viento, ruido, vegetación, etc.) capaces de reducir los riesgos asociados a los fenómenos climáticos, en particular reducir el calor en verano y proteger a los residentes del frío en invierno.
Arquitectura bioclimática: adaptarse al cambio climático
Cerca del 17% de las viviendas francesas se encuentran en situación de inseguridad energética. En otras palabras, hace demasiado calor en verano. En invierno, las facturas de electricidad se disparan.
Y a medida que se agrava la crisis ecológica, un número cada vez mayor de viviendas se suma a la lista de las inadaptadas al clima futuro.
En Europa, las temperaturas se han más que duplicado con respecto a la media mundial, según un informe de la Organización Meteorológica Mundial (OMM), y el continente va a sufrir grandes olas de calor en las próximas décadas, como recuerda un artículo de The Conversation.
La respuesta a esta amenaza no puede ser puramente tecnológica. Tenemos que deshacernos del uso de aires acondicionados en los hogares, un ejemplo paradigmático de mala adaptación.
Aunque reducen la temperatura de los edificios, el aire caliente expulsado contribuye a amplificar el fenómeno de las islas de calor en las ciudades, como explica un artículo del Centro de Estudios y Expertos sobre los Riesgos, el Medio Ambiente, la Movilidad y la Ordenación Territorial.
Así pues, hay que renovar, transformar los edificios existentes y construir nuevas viviendas que sean capaces tanto de responder a las futuras olas de calor como de mantener el calor durante el invierno, tanto para el medio ambiente como para el bolsillo de los hogares más modestos.
Renovar las casas antiguas y construir otras nuevas siguiendo criterios de diseño bioclimático significa cumplir unos principios comunes para hacer frente al cambio climático.
¿Cómo mantener el calor en invierno y el frescor en verano?
El primer paso para adaptar las viviendas suele consistir en centrarse en su aislamiento térmico, utilizando materiales renovables y/o de origen biológico adaptados al clima.
Un aislamiento de calidad se juzga sobre todo por la estanqueidad del edificio, que es “la sensibilidad del edificio a los flujos de aire parásitos causados por defectos de estanqueidad de su envoltura, o más sencillamente la cantidad de aire que entra o sale a través de ella de forma incontrolada”.
Un alto nivel de hermeticidad es una condición sine qua non para cualquier otra forma de trabajo, ya que permite que las viviendas se mantengan calientes en invierno y frescas en verano.
La estanqueidad, unida a una buena ventilación, también garantiza la salubridad de la vivienda, ya que evita los problemas de humedad y moho.
Sólo queda encontrar soluciones para protegerse eficazmente del calor. Una guía europea de diseño bioclimático señala que los grandes ventanales, como los que se ven en los edificios altos de los distritos comerciales, son una forma anacrónica de arquitectura.
Cuanto más cristal tiene una casa, más calor penetra en su interior. En su lugar, deben construirse estructuras exteriores capaces de bloquear los rayos del sol, como los “aleros”.
Por último, y este es sin duda uno de los principales problemas en las ciudades donde hay una grave falta de vegetación, la presencia de vegetación tiene una fuerte influencia en el microclima.
Los árboles, las flores y las plantas trepadoras contribuyen a refrescar las zonas en las que están presentes. Se trata de tres fenómenos.
En primer lugar, la evapotranspiración de las plantas contribuye a humidificar el entorno y el interior de las viviendas; en segundo lugar, la oxigenación inducida por la fotosíntesis mejora la calidad del aire y su renovación; y en tercer lugar, las plantas protegen de forma natural de los rayos del sol y ofrecen sombra a las viviendas.
El coste de la inacción
La crisis medioambiental se agrava rápidamente, y este tipo de arquitectura “bioclimática” puede tanto reducir la incomodidad en las viviendas durante fenómenos meteorológicos excepcionales como ayudar a combatir el calentamiento global.
Por ello, es necesario realizar cuanto antes estas obras en las viviendas antiguas y nuevas.
En todo el mundo, las viviendas tendrán que soportar una amplia gama de amenazas, que variarán de una región a otra.
Olas de calor, inundaciones, agrietamiento estructural debido a la contracción de la arcilla, incendios forestales, vientos violentos, erosión costera, terremotos… son sólo algunos de los riesgos que habrá que prever en el futuro a la hora de construir y/o renovar infraestructuras (casas, carreteras, edificios públicos, almacenes…).
Estos fenómenos meteorológicos extremos van a salir caros. Aunque sigue siendo complicado cuantificar los daños, las recientes catástrofes climáticas ocurridas en todo el mundo sugieren que la reparación de cada uno de los futuros fenómenos meteorológicos extremos costará varios cientos de millones de dólares.
Según varios estudios el coste global de la subida del nivel del mar alcanzará los 14 billones de dólares anuales en 2100.
Es momento de conciencia y de acción.
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