¿Construcciones de madera para el futuro de las ciudades? ¿Qué efecto tienen nuestras construcciones sobre el planeta?

El hormigón, por su resistencia y asequibilidad, se ha convertido en un referente de la construcción. Pero el impacto de este material en el medio ambiente nos lleva a replantearnos su uso en un momento en que el éxodo rural obliga a las ciudades a construir cada vez más edificios nuevos. 

Un nuevo estudio revela que construir con madera en lugar de hormigón supondría, en 2100, el 10% del presupuesto de carbono necesario para mantener el calentamiento global por debajo de 2 ºC. Te lo explicamos.

Las ciudades albergan ya a más de la mitad de la población mundial: más de 4.200 millones de personas. Esta cifra se duplicará de aquí a 2050, según el Banco Mundial, mientras que la superficie de las ciudades podría multiplicarse por 6 de aquí a 2100.

La construcción de nuevos edificios y la renovación son dos sectores clave en la transición ecológica.

Según cifras de 2020 del Ministerio francés de Transición Ecológica y Cohesión Territorial, “el sector de la construcción representa el 43% del consumo anual de energía de un país como Francia y genera el 23% de las emisiones de gases de efecto invernadero del país.

Hay varias maneras de reducir las emisiones de dióxido de carbono (CO2) en el sector de la construcción: renovar los pisos de calefacción, desarrollar una producción de electricidad baja en carbono y “ecologizar” la producción de materias primas (acero, hormigón, hierro). 

Esta tercera palanca representará casi el 10% de las emisiones de gases de efecto invernadero del sector de la construcción en 2020.

Según este nuevo estudio publicado en Nature Communication, el uso de la madera podría ahorrar hasta 100 Gigatoneladas de CO2 de aquí a 2100 durante la construcción de nuevos edificios, es decir, el 10% del presupuesto de carbono necesario para limitar el calentamiento global a 2°C por encima de los niveles preindustriales.

Este estudio del Instituto de Investigación de Potsdam sobre los efectos del cambio climático es uno de los primeros en analizar y cuantificar las repercusiones de una transición de esta envergadura del hormigón a la madera en la demanda de materias primas, el uso del suelo y el almacenamiento de carbono.

La madera, un recurso natural y renovable

Aunque empiezan a surgir alternativas menos contaminantes, gracias sobre todo al reciclado del hormigón con bajas emisiones de carbono, la madera sigue siendo más que relevante por su capacidad térmica, facilidad de uso y resistencia en la construcción. La madera también es un material imbatible en lo que respecta a las emisiones de CO2.

La madera es un importante sumidero de carbono. Mediante el proceso de fotosíntesis, los árboles absorben CO2 de la atmósfera y lo almacenan durante muchos años. Incluso cuando se tala el árbol, sólo se libera una parte del carbono. El resto permanece en la madera.

En 2020, los bosques de producción, dedicados a la industria, representarán unos 132 millones de hectáreas, es decir, el 8% de las tierras cultivadas del planeta.

Pero, ¿esta transición del hormigón a la madera transformará necesariamente el uso del suelo, en detrimento de la agricultura, por ejemplo?

Pues no necesariamente. Para determinar las consecuencias de esta probable transición del hormigón a la madera en la construcción de nuevas viviendas, los investigadores desarrollaron un modelo predictivo basado en 4 escenarios posibles en función de la demanda del sector.

Nuestras simulaciones muestran que la demanda de madera para la construcción de edificios de tamaño medio no debería tener un gran impacto en las tierras agrícolas”, explica Florian Humpenöder, coautor del estudio, en un comunicado de prensa, “está claro que la producción de madera no debe competir con la agricultura y la producción de alimentos.

La protección de los bosques no debe pasar a un segundo plano

Como toda producción a gran escala, la explotación de los bosques causará su parte de daño a la naturaleza. La erosión del suelo, el desequilibrio de la biodiversidad y la contaminación son factores a tener en cuenta a la hora de crear bosques más respetuosos con el medio ambiente. La industria forestal debe ser un sector considerado y organizado. Por eso se ha puesto un límite claro al modelo desarrollado por los investigadores.

No tiene en cuenta las posibles plantaciones o talas en zonas protegidas o bosques vírgenes. Las hectáreas necesarias para satisfacer esta demanda futura, del orden de 140 millones de hectáreas de bosque, podrían obtenerse teóricamente en zonas donde ya se explotan los bosques.

Pero los investigadores no se engañan sobre el futuro de la industria forestal. Es evidente que se abusará de algunas tierras desprotegidas y se explotarán para la producción de madera, cuando podrían destinarse a otros usos más responsables, o simplemente dejarse para que recuperen su biodiversidad. Por eso creen que el aumento de la explotación forestal requiere una gobernanza fuerte y normas adecuadas que obliguen a la industria maderera a gestionar los bosques de forma razonada y sostenible.

Una serie de imperativos

Sobre todo porque esta industria no es la única que codicia el suelo. El suelo está sometido a una presión cada vez mayor por la expansión urbana, la agricultura, las materias primas, la industria, etc. Así pues, el uso del suelo es ante todo una cuestión política, desde el momento en que damos prioridad a determinadas actividades.

Dada la crisis medioambiental y la presión sobre el uso del suelo, hay varias formas de liberar espacio. Por ejemplo, comer menos carne liberará tierras para otros usos.

En países pequeños como Francia, frenar la artificialización del suelo también reduciría la presión sobre las tierras agrícolas. Pero esto significaría, por ejemplo, menos casas unifamiliares y más espacios comunes compartidos. Una situación todavía impensable en nuestras sociedades, o poco popular.

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