En los campos, setos y malas hierbas no tan indeseables

Setos y biodiversidad en la agricultura: estudio demuestra su importancia ambiental.

Aunque se les ha acusado de contribuir a la propagación de malas hierbas en los campos cultivados, un estudio demuestra que los setos pueden ser de vital importancia en cuestiones medioambientales.

Tras la Segunda Guerra Mundial, Francia reconstruía sus ciudades y sus campos. Orgulloso de su pasado agrícola, el país se embarcó en una fase de modernización de las explotaciones. Tractores, cosechadoras, pesticidas y fertilizantes sintéticos se instalaron en los campos, cambiando drásticamente las prácticas agrícolas.

La explotación familiar tradicional fue sustituida por una explotación gestionada científicamente, en la que se favoreció la mecanización y el cultivo de variedades menos diversas pero más rentables.

 Las pequeñas parcelas se unifican para crear espacios más adecuados al paso de la maquinaria agrícola, en detrimento de la vegetación existente, árboles, bosquecillos, huertos de pradera, pero también setos considerados por los agricultores como vectores de plagas, malas hierbas y plagas de insectos.

Sin embargo, un reciente estudio publicado en el Journal of Applied Ecology sugiere que debería reconsiderarse la presencia de setos alrededor de los campos. 

Científicos del Inrae (Instituto Nacional de Investigación Agronómica, Alimentaria y Medioambiental), en colaboración con la Universidad de Rennes, el CNRS (Centro Nacional de Investigación Científica) y la Anses (Agencia Nacional de Seguridad Alimentaria, Medioambiental y Profesional), han demostrado que los setos de los bocages, en particular, contribuyen a favorecer la diversidad vegetal de las malas hierbas, al tiempo que limitan su proliferación.

En el bosque los setos ocupan un lugar de honor

Que se trate este tema en Francia puede dar el ejemplo en otros países. 

Hoy en día, los setos son uno de los pocos paisajes de Francia que conservan su aspecto original. 

Conformado por la sociedad rural, este tipo de paisaje se popularizó a partir del siglo XVIII, durante el reparto de las tierras nobiliarias. 

Los bocages se caracterizan por una red de parcelas separadas por cercas y bordeadas por una estructura vegetal lineal conocida como setos. Sus formas geométricas, irregulares y verdes son fáciles de reconocer al pasear por el oeste de Francia.

Pero desde 1950, verlos es cada vez más raro. Según datos de la Oficina Francesa de Biodiversidad (OFB), casi 750.000 km de setos han desaparecido en beneficio de los cultivos de cereales y la ganadería intensiva, lo que representa el 70% de los setos de la bocage francesa. Se calcula que entre 1960 y 1980, Francia perdió 45.000 km de setos al año, antes de reducirse a pérdidas de 15.000 km al año en torno a 1990.

Aunque las pérdidas se han estabilizado desde 1990, la investigación científica demuestra ahora que las creencias y prácticas agrícolas utilizadas para erradicar los setos han sido en realidad perjudiciales.

Los setos, y los setos en general, están demostrando ser excelentes guardianes de la estabilidad de los ecosistemas, conservando la biodiversidad y regulando el microclima. 

Pero también son estructuras vegetales especialmente relevantes en Francia, que se ve y se verá afectada por la crisis climática, ya que contribuyen a aumentar los rendimientos agrícolas al tiempo que reducen los efectos del calentamiento global al almacenar carbono y ayudar a proteger la biodiversidad (polinizadores, cultivos, animales, etc.).

Por una mayor diversidad de malas hierbas

La agricultura convencional, mediante la sobreexplotación de las tierras cultivables y el uso de fertilizantes sintéticos, ha empobrecido el suelo y reducido considerablemente la diversidad de especies de malas hierbas presentes en una parcela. Peor aún, el uso masivo de pesticidas (fungicidas, herbicidas, insecticidas, etc.) amenaza la salud de todos los seres vivos. 

Desde 2010, se han utilizado casi 3 millones de toneladas de herbicidas al año en todo el mundo, matando plantas que son vitales para el equilibrio de la biodiversidad. En este contexto de deterioro de la fertilidad del suelo, los investigadores agrícolas intentan actualizar las antiguas prácticas agrícolas, a veces mejor adaptadas a los retos del clima y la biodiversidad. 

¿Qué prácticas son realmente útiles para el bienestar de la tierra, para el rendimiento y para la biodiversidad? Y el bocage bien podría ser una respuesta más que pertinente.

Resulta que no todas las malas hierbas contribuyen a reducir el rendimiento de los cultivos. 

De hecho, sólo una minoría lo hace. Para el resto, su mera presencia mejora la estabilidad de los ecosistemas agrícolas. Y esto es lo que han podido comprobar los científicos responsables del estudio. Tomando muestras de malas hierbas en 74 parcelas de Bretaña cultivadas con métodos convencionales y ecológicos, observaron que en los bocages donde se practica la agroecología había una mayor diversidad de especies de malas hierbas. Así pues, contrariamente a la creencia popular, los setos no facilitan la proliferación de malas hierbas, sino que garantizan su diversidad.

Como muestra el estudio, cada vez hay más literatura científica a favor de la vuelta a la diversidad de malas hierbas que durante tanto tiempo hemos intentado expulsar.

Una población vegetal variada proporciona un hábitat adecuado y recursos para que prosperen los depredadores, esenciales en la cadena alimentaria, al tiempo que impide la propagación de malas hierbas demasiado invasoras.

Esta diversidad controlada puede conseguirse reintegrando los setos en los campos. Pero esto requiere una transformación importante de las prácticas y herramientas agrícolas.

Conciliar agricultura y biodiversidad

A principios de 2022 se superó el quinto límite mundial de contaminación química y plástica. Unos meses más tarde, se superó el límite para el agua dulce. 

Así las cosas, el bienestar de los suelos y los cultivos debe ser una prioridad si queremos mantener un sistema agrícola eficaz capaz de alimentar a la población de Francia y del resto del mundo. Pero, ¿qué se puede hacer cuando la inmensa mayoría de este sistema sigue dependiendo de los pesticidas y de la sobreexplotación?

La normalización de la agricultura moderna ha permitido grandes avances en la mecanización de las herramientas y la reducción de la dureza del trabajo de los agricultores. Pero para los autores del estudio, “la preservación y restauración de los hábitats seminaturales son esenciales para conciliar la producción agrícola y la conservación de la biodiversidad”, señalan en un comunicado de prensa. 

Para ello es necesaria una gran transformación del sistema agrícola actual, centrado en el rendimiento y la productividad, y dejar de depender de herramientas técnicas obsoletas.

La vuelta a las buenas prácticas agrícolas, incluidos los setos y la agrosilvicultura, y el despliegue de prácticas agroecológicas son esenciales para proponer un modelo agrícola más coherente con los retos socioecológicos a los que se enfrenta la agricultura.

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